La recuperación del sector inmobiliario que, poco a poco, va ganando posiciones perdidas, no está alcanzando ni a todas las regiones ni tampoco a la construcción y venta de vivienda nueva. Es sobre todo la construcción residencial, el verdadero motor económico, el que está mostrando mayor debilidad.
La preocupación está presente en los
promotores y constructores del país, que analizan la situación e intentan
encontrar soluciones. Y es que la crisis y las soluciones adoptadas para su
salida, supusieron y suponen unas cargas muy difíciles de superar.
De esta forma encontramos que el
sector de la construcción y su peso en la creación de nuevas empresas, experimentó un descenso de casi cinco puntos durante el periodo comprendido entre 2011 y
2015. En concreto descendió desde el 16,1% registrado en 2011, al 11,8% de
2015. En total, durante el ejercicio pasado, la cifra de empresas de
construcción de nueva creación alcanzó la cifra de 11.290. Lidera la
clasificación Barcelona, seguida de Madrid y Málaga. Son las zonas costeras
donde más está tirando el sector, con ocho provincias situadas entre las diez
primeras.
Pero a pesar de los datos de
crecimiento, las cifras de operaciones de compraventas inmobiliarias son muy
claras y es que a pesar de la franca mejoría del mercado inmobiliario, el
segmento de la vivienda nueva no sólo no mejora sino que mes a mes decrecen sus
operaciones en favor de la segunda mano. Y aunque pueda parecer de locos sus
precios suben muy por encima de la media. Para intentar mejorar las
compraventas, los promotores deben no
sólo contener sus precios, sino buscar
clientela nueva, y la única
existente está entre los jóvenes. Pero la situación laboral de este segmento de
la población y los sueldos que perciben, les alejan cada vez más de la
posibilidad de acceder al mercado de la vivienda como compradores de obra
nueva, que es lo que siempre fueron.
Incorporar a este segmento de la
población es el reto al que se enfrentas los promotores y les va en ello la mejoría
de sus números y la supervivencia de una parte importante de las empresas y los
puestos de trabajo que generan.
La consecución de éste objetivo
no va a ser tarea fácil, ni para los promotores ni para los sufridos padres. El
último informe del 'Observatorio de la emancipación' del Consejo de la Juventud
de España, con datos de 2015, identifica por primera vez una caída en la tasa
de la emancipación de los españoles en la franja de edad entre los 30 y los 34
años. Esta tasa bajó del 74,7%, en 2014, a un 73,2%, en 2015. Ese descenso,
aunque no parezca muy pronunciado, supone 182.794 treintañeros independizados
menos en un año y es muestra de cambio de tendencia. Ya no son únicamente los
jóvenes de entre 16 y 29 años los que retrasan su salida del nido. Pero además,
con la crisis económica, laboral y de salarios surge un nuevo fenómeno, la
"generación boomerang", que son los jóvenes que se independizaron
pero regresan al hogar.
Entre los factores que explican
la baja y cada vez más tardía emancipación española, el Consejo destaca con
preeminencia la precariedad laboral de la juventud. Pese a la mejora de los datos
del empleo en términos globales del último año, el juvenil sigue marcado por
una excesiva temporalidad y unos salarios exiguos. La mayoría de los jóvenes no llegan a
mileuristas, que era lo que se consideraba precario en la precrisis. Hemos dado
un paso hacia atrás y los sueldos no llegan a 900 euros, con la mayoría de los
jóvenes instalados en el salario mínimo de 655 euros al mes. Si a ello le añadimos que la vivienda nueva se
encarece mes a mes, vemos de forma clara la imposibilidad de que muchos jóvenes
se emparejen y se emancipen para formar un hogar. Esta situación tiene un efecto
demoledor en la pirámide demográfica ya que se tienen menos hijos y más tarde.
Las pensiones y su sostenibilidad sufrirán las consecuencias en un futuro muy
cercano.
La Sociedad de Tasación tiene muy
clara la situación y especifica que las
familias españolas necesitan de media 7,5 años de sueldo para comprar una
vivienda. Por supuesto la situación difiere si adquirimos la vivienda en una u
otra comunidad autónoma. La vivienda es más asequible en Murcia, La Rioja,
Aragón y Castilla-La Mancha y se torna misión imposible en cinco comunidades:
Baleares, Madrid, Cantabria, Catalunya y País Vasco.
Para finales de éste año se preveía
alcanzar –si la situación de
emancipación de la juventud española no hubiera evolucionado en negativo- el equilibrio nacional entre oferta y demanda neta de vivienda. Pero a partir de ese momento, en
una situación algo más estabilizada, la demanda será insuficiente para disolver
todo el excedente almacenado en un tiempo razonable, ya que las condiciones
demográficas a la baja, creación de nuevos hogares en descenso, empleo aún
precario y esfuerzo financiero en aumento, no pronostican una mayor fuerza de
la demanda en el mercado.
España está perdiendo población. La natalidad está entre las más
bajas de Europa, los inmigrantes marcharon y lo siguen haciendo, a sus lugares
de origen, machacados por un país que no les ofrece empleo. Nuestros jóvenes se
van por la misma razón. Y menos población necesita menos vivienda. Las
expectativas laborales y de salarios, en un país que ha perdido gran parte de
su industria, no son buenas. Este oscuro futuro condiciona también el crédito
que no está por volver a asumir riesgos. Por demografía España perderá medio millón de
personas hasta el 2021, por las otras variables es menos predecible y
tendrá mucho que ver con la situación económica y con el fortalecimiento del
mercado laboral.
Durante el periodo 2011-2015 el número total de hogares creados
entre los menores de 40 años, a consecuencia, casi siempre, de la imposibilidad
de emanciparse, apenas ha superado los
1,35 millones, mientras que los que van a desaparecer en los grupos de mayores
de 75 años suman una cifra próxima a los 850.000. En el grupo intermedio de adultos
se produce un decrecimiento de cerca de 65.000 hogares. El saldo neto
equivalente al crecimiento del número de hogares durante los cinco años será de
450.000, es decir unos 90.000 al año.
Para el segundo quinquenio de la década, la previsión del crecimiento
total de hogares será notablemente inferior, situándose en el entorno de los
260.000, aunque las últimas previsiones dan una cifra menor. Y esto se
producirá porque desciende la creación de hogares en los segmentos en edad de
emancipación (1,23 millones) y se incrementan los de desaparición forzosa entre
las edades avanzadas (900.000).
Con estos datos puede afirmarse que en España se crearán una media
de unos 275.000 hogares al año hasta 2016, si bien desaparecerán también
anualmente unos 185.000. Después, hasta 2021, el flujo medio anual de hogares
creados estará en el entorno de los 246.000 con una cantidad media de
desapariciones de 195.000. El incremento medio anual de hogares, por lo tanto,
será respectivamente de 90.000 y algo más de 50.000.
La cada vez más tardía
emancipación de los jóvenes españoles y su incidencia en el mercado de la
vivienda es una variable que se contemplaba poco en las estadísticas, pero está ya comenzando a ser un problema de
difícil solución. Incorporar a esta generación
damnificada por la crisis es necesario y corresponde al Gobierno poner los
medios suficientes para lograrlo. Sus beneficios se extenderán al resto de la
economía y no únicamente a la venta de viviendas nuevas, como ya se comprobó en
la anterior fase expansiva de la construcción. El problema es que las
soluciones a este problema ni se están
poniendo ni se las espera; más bien todo lo contrario.
Eduardo Lizarraga –
Periodista-
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