lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz Navidad- Eguberri on



Marina y yo os deseamos a todos una Feliz Navidad y que el año 2013 nos depare la sorpresa de ser mejor de lo que parece. Zorionak

viernes, 21 de diciembre de 2012

¿Quousque tandem Rajoy abutere patientia nostra?


Ha pasado ya algo más de un año desde que Mariano Rajoy se hiciera con el Gobierno de España. Y hasta los más acérrimos peperos –que no estén chupando del bote- deberán reconocer que ha sido, con mucho, el peor año desde la llegada de la democracia. La situación actual, en muchos aspectos, nos recuerda a lejanos años franquistas, por la pérdida de derechos y libertades. Y  todo esto sólo ha sido en un año; nos quedan tres, si nuestra paciencia no se agota y le ponemos remedio antes.

Llegó Rajoy, a esta situación de presidente del gobierno, después de un  equivocado segundo mal Gobierno del PSOE de Zapatero, que no se llegó a creer la crisis en la que nos estábamos metiendo. Y fruto de esa incredulidad fue  el no tomar las medidas adecuadas en su momento e ir a remolque de la situación y con la iniciativa perdida, lo que acarreó una terrible sensación de barco sin gobierno.

No lo tuvo difícil el gallego, que tras un año de acoso y derribo al gobierno socialista, apoyándose en la Iglesia, en las “víctimas” y en todos los poderes fácticos que fueron cobijándose bajo su bandera, realizó una campaña que podrá pasar a la historia política del país por ser la más mentirosa de todas las que se han realizado. Y ese Guiness no es nada fácil, que tenemos grandes campeones.

Para ganar las elecciones, con contundencia, necesitaba Mariano varias cosas que se lo pusieran fácil; la primera y más importante que enfrente no hubiera nadie,  y eso se lo puso en bandeja un PSOE desdibujado, con graves conflictos internos y  un gran desánimo en sus bases. Para qué hablar de esos votantes, bailadores de yenka,  a los que lo mismo les da votar al de delante, al de atrás, que al de la izquierda o al de la derecha.  Son un claro producto de falta de raigambre democrática y de conocimiento político; pero con escasos 35 años de democracia tampoco se puede pedir más.

Por supuesto que necesitaba votantes. Y a ello se dedicó en cuerpo y alma prometiendo a cada colectivo lo que su Gobierno iba a hacer por ellos. Subiré las pensiones, no tocaré el IVA, ni el IRPF, mantendré los sueldos, crearé tropocientos mil puestos de trabajo, bajaré la luz, respetaré vuestros derechos, no habrá copago, mantendré la educación… Para un político en España, mentir es barato y además luego no pasa nada si incumples. Y no hay nadie más crédulo que el  hombre asustado que quiere creer.

También necesitaba Mariano recursos y apoyos de peso económico y poder,  y como éstos no son tan fáciles de contentar les tuvo que prometer muchas cosas si llegaba a la Moncloa; y éstas si que tenía que cumplirlas que, con determinadas mafias, mejor andarse con cuidado. A los de mitra y sotana  seguir con la exención de impuestos –no creo que otro gobierno en la tesitura actual lo hubiera consentido- ; vuelta de la asignatura de religión que, no olvidemos, reporta unos buenos ingresos;  y su quesito asegurado en la Educación privada. Otras cosas más filosóficas de matrimonios homosexuales, de leyes de aborto, crucifijos y otras vainas, no eran tan importantes.

El grupo del dinero, que ya sabía muy bien a qué tipo de crisis estábamos marchando y no quería que les sucediera como a sus primos yanquis, abocados a la quiebra, o a los islandeses, respondiendo en los tribunales, le pidió dinero público para el rescate e impunidad en las actuaciones realizadas. Y por supuesto salvar el negocio de veleidades izquierdistas, como  cambios en la Leyes que les beneficiaban. Y además, poder seguir marcando sus comisiones en un mercado controlado por ellos; seguridad para desahuciar a 500.000 familias españolas –por ahora- sin que se montara una revolución, con quema de entidades bancarias y picota para los consejeros…

Las eléctricas, que desde la época del gobierno de Aznar tenían metido el gol del “déficit de tarifa” han visto que es un buen momento para incrementar sus dineritos dejando éste déficit a cero. Porque desde luego que ni Rajoy ni nadie iban a tragar con un cese de la moratoria nuclear, y menos bajar las exigentes medidas de seguridad que convierten en poco rentables la mayoría de las centrales ¡con la que estaba cayendo desde Fukushima! Y así tenemos ya la energía más cara de Europa, sin contar con las nuevas subidas previstas para enero y que dejarán sin calefacción, en pleno invierno,  a un buen número de españoles.

El apoyo de la CEOE fue fácil de obtener con la promesa de una nueva legislación laboral que les permitiera despedir barato. A cambio ellos se comprometían a crear puestos de trabajo. ¿Qué era mentira? Ya; creo que ambos interlocutores lo sabían y en todo caso si quien roba a un ladrón tiene…quien miente a un mentiroso, pues lo mismo.  Disminuir los impuestos a las grandes empresas, amnistiar a los defraudadores, no saber lo que son las SICAVs, no perseguir a los evasores…un amplio elenco de medidas que no ha beneficiado al tejido empresarial para hacerlo más fuerte ni potenciar su expansión, sino que ha permitido que los que controlan las empresas  se hagan más ricos. Claro está, que tanto despido a bajo precio ha traído consigo un agravamiento de la situación económica, aumento de los impagos y disminución del consumo. Así es que muchos empresarios, de esos de postín y papel couché, como era su presidente, Gerardo Díaz Ferrán, gran amigo de Esperanza Aguirre, y al que ahora tengo como vecino en Soto del Real, han optado por sacar el dinero de España y esperar a que escampe. Seguro que luego podrán invertir de nuevo en el país, pero más seguro y a  mucho menos precio.  Y si se ha quedado gente en el camino, pues les da igual. Eso sí, que nadie se queje de su patrioterismo de verbo fácil y solapa adornada.

Y para dar de ganar a los suyos –que no están a su lado ni por la ideología tontuna que tiene, ni por que les guste su graciosa forma de hablar- y aprovechando el momento de confusión de la crisis, se ha empeñado el hombre en desmontar el estado social que reconoce la Constitución, fragmentarlo y dárselo a empresas y grupos muy cercanos a sus amigos y parientes, para que hagan negocio. Así, Educación y Sanidad, construidas con el dinero de todos, irán a parar a manos privadas para que exploten el negocio y se lleven los beneficios.  No hace falta ser un Merlín para darse cuenta quiénes están en los Consejos de Administración de Capio, Ribera Salud y Quirón. Eso sí, el dinero lo ponen grupos inversores de capital riesgo holandeses e ingleses, que quieren grandes beneficios. El intercambio de puestos y cargos entre estas empresas y la Comunidad de Madrid es escandaloso.  Un Director General de Hospitales de Madrid en activo y dos Ex Consejeros de Salud.

Es preciso llamar la atención que todo este proceso se está desarrollando con fuerza en las CC.AA. en las que el PP lleva en el gobierno muchos años: Madrid y Valencia. Aunque Cospedal no quiere perder comba y se ha propuesto igualar en la carrera a Castilla la Mancha. No en vano hay voces que relacionan a su marido, Ignacio López del Hierro, con la empresa Capio.

Desmontado el negocio de la construcción parece que el negocio sanitario es lo único que le quedaba al país. Al menos de momento, porque si prospera la nueva Ley de Costas seguro que tenemos otra vez mucho terreno en “primera línea de playa” para vender propiedades a rusos y chinos. Ya veremos quiénes son los que hacen negocio a costa de nuestros recursos naturales y de las playas de todos. Y es que ni el medio ambiente ni la sostenibilidad han estado jamás en el imaginario del PP, que  los ha considerado ramplones  y de izquierdas.

Durante este primer año de destrucción masiva, el  ya previsible gallego –todo lo que diga es mentira-  se ha desdicho de todo lo que aseguró durante su campaña y amplia precampaña. Así, ha subido el IRPF, el IVA y las tasas judiciales. Ha dado amnistía fiscal, rescatado a la banca con nuestro dinero, abaratado el despido, recortado los sueldos de los funcionarios,  las pensiones, la sanidad, la educación…Dijo que no se quejaría de la herencia recibida y no hace otra cosa que hacerlo.  La semana que viene habrá otra cosa que añadir a la lista, aunque pensándolo un poco creo que ya no le queda nada.

Habló Mariano mucho durante el 2011 de la importancia del consenso. De lo importante que era y que estaba en  las maneras del buen gobernante el buscarlo. Y desde luego que ha conseguido un amplio consenso, pero en su contra. Todas las organizaciones del personal sanitario, desde los médicos, a los ATS, a los administrativos y a los gestores. Todas las organizaciones de educación, maestros, estudiantes, catedráticos, padres…todos contra los recortes. Todas las organizaciones de jueces, fiscales y abogados; las de derechas, las de centro, las de izquierdas…todos contra Gallardón y su manera de ver la Ley y la jurisprudencia; todos contra las tasas judiciales. Para qué hablar de sindicatos, grupos y asociaciones sociales. Es un hecho que no había ocurrido nunca antes. Es el consenso de Mariano.

Tampoco en lo que es el diálogo se está luciendo lo más mínimo. Ni tan siquiera  en el diálogo parlamentario; ya que si el Senado parecía un ente vacío de trascendencia, Mariano  y sus 28 decretos ley han logrado que el Parlamento parezca algo similar. Podría dar vacaciones a los diputados que todo seguiría igual. Y hubo algún ilustre ministro quejoso de que el 15M quisiera secuestrar la voluntad popular ¡Es el colmo de la desfachatez!  Rajoy y su Gabinete han conseguido que la sociedad esté empezando a ver la gigantesca mentira que significa nuestro sistema político tal y como está en la actualidad y que entiendan que la solución de sus problemas no está ya en el Parlamento, si es que alguna vez la estuvo.

Parecería imposible que el año que está llegando pueda ser peor que el que se marcha. Pues no lo dudemos ni un momento, Mariano y sus muchachos están dispuestos a lograrlo. Y todos pagaremos sus logros, siendo más pobres y menos libres que el año anterior. Y si queremos protestar,  encontraremos a más policía en las calles con unas porras más grandes y necesitaremos más dinero en los juzgados.  Es la palocracia del PP.

 De verdad,  de verdad, creo que  los que le votaron deberían  ponerse una capucha para no ser reconocidos y penitenciarse un poquito en la plaza pública con un cartel: “Votante arrepentido del PP”. Seguro que encontraban a alguien que les ayudara.  Y mientras tanto, paciencia, más paciencia, hasta que se nos agote  y alguien nos diga ¡hasta cuando vais a aguantar! y salgamos todos a las calles, a una, gritando ¡se acabó!

 

Eduardo Lizarraga

Manzanares el  Real , diciembre 2012

martes, 18 de diciembre de 2012

No tan sola (Relato en dos folios)


El pueblo era un verdadero asco. Viejo, pequeño, lleno de edificios vulgares y situado al borde de uno de esos grandes pantanos que abundan en Luisiana. La verdad, es que desde que habíamos salido de Mobile, el paisaje pantanoso y maloliente había sido una constante; hasta caimanes había visto al bordear el lago Pontchartrain. Me hubiera gustado llegar hasta Nueva Orleans, pero el precio de los Grey Hound ya no es lo que era y además no era cuestión de llegar con los bolsillos vacíos. Tenía que encontrar alguna solución. Por lo menos ya había dejado tierra de por medio con Tampa; seguro que el Grasas y sus chicos todavía estaban buscándome, ¡idiotas!

De repente, y como salida de la nada, me crucé con una vieja,  pequeña y  con cara de víctima, acompañada por un negro enorme lleno de bolsas. Olí a dinero y como si de un imán fuera comencé a seguirla por el pueblo. Entraron en una zapatería, luego en una librería, y en una tienda de ropa, allí, a través del escaparate la vi sacar un fajo de billetes, grueso como una biblia; la saludaron todos los vecinos con que se cruzó…andaba despacio, pero con paso decidido. En una plaza, que debía ser la más importante del pueblo, el negro se dirigió a un inmenso y anticuado Mercedes aparcado,  y abriendo la puerta  dejó allí las bolsas. Recogió a su señora, que le  esperaba en la acera y entraron en una carnicería que estaba enfrente mismo, no sin que antes la vieja me dirigiera una extraña mirada por encima de sus anteojos.  No menos de media hora debieron estar dentro y cuando salieron les seguía un chico con un gran saco a la espalda. Entre el negro y el chico metieron el saco en el maletero y, después de abrir la puerta trasera a su señora y esperar que se acomodara, arrancó el vehículo con gran parsimonia y con el motor ronroneando, como  un gran gato negro, salieron del pueblo por la misma calle por la que había llegado el autobús.

No suelo equivocarme y sabía que mi solución estaba ahí. Estas viejas suelen tener mucho dinero en casa, es como si no se fiaran de los bancos. Y las comprendo muy bien, yo tampoco me fío: son los mayores ladrones del país.. Tenía que enterarme y hacer un plan. Algo rápido y eficaz.

Sin pensármelo entré en el bar que estaba al lado de la carnicería. Apenas me quedaban veinte pavos y era preciso gastarlos con tino. El establecimiento estaba casi vacío, y satisfecho comprobé que al otro lado de la barra había sólo un adolecente imberbe, que holgazaneaba mascando chicle, con las manos en los bolsillos. Son los mejores.

-          ¡Oye chaval, un café y un donuts! le dije, intentando aparentar cordialidad y echando a la vez mi gorra roja de los Lakers hacia atrás.

-          ¡Marchando! contestó,  y se puso a preparar lo pedido con una celeridad poco habitual.

Me había sentado con la espalda al ventanal que daba a la calle; cuantas menos personas me vieran mejor. En menos de cinco minutos vi cómo venía el chico a traerme el café.

-          ¡Bonito Mercedes ese que estaba aparcado enfrente! toda una pieza de museo- le comenté.

-          Sí, es de la señora Dubois y antes creo que fue de su padre- me respondió parándose a mi lado.

-          Pues ya me gustaría hablar con ella, porque tal vez tuviera una propuesta para comprarle el coche. ¿Dónde puedo encontrarla?

-          Vive en una casona muy grande, como a dos millas del pueblo, al borde del pantano. Pero no creo que le interese venderlo,  dicen que tiene mucho dinero y está muy apegada a todo.

-          Le haré una buena oferta- contesté sonriendo. ¿Y dices que está como a dos millas?

-          Si, en la carretera de Louisiana, hay un pequeño camino y un cartel que dice “Maison Dubois”, es francés ¿sabe? Pero si va a verla hágalo antes de las cinco, que a esa hora se va Benoit, su chófer y sirviente,  y como se queda sola en la casa ya no abre a nadie. Aunque no creo que nadie se atreva a andar por las cercanías de noche. Yo al menos no iría por allí, ni aunque me dieran uno de los grandes.

-          ¿Y eso? le pregunté curioso.

-          Tiene muy mala fama desde la época de la Guerra Civil; los negros hacen vudú  para defenderse de los malos espíritus por allí y dicen que han desaparecido personas en el pantano.

Cuando digo que tengo buen olfato para las oportunidades, lo digo con razón. Vieja, sola y forrada. No iba a esperar a nada más. A veces los mejores planes son los más audaces. Decidí acercarme hasta allí para situar la casa y estudiar una vía de acceso.

Estaba en el mismo borde del pantano y todo era como me había dicho el chico, salvo que aunque se la veía antigua, no tenía mucho de casa colonial, más bien de antiguo molino de agua. Sólo el segundo piso se salvaba, construido en hermosa madera pintada de blanco. El primero era de piedra y tenía rejas en las ventanas. Más abajo había unos estrechos ventanucos que debían dar al sótano y que estaban libres de impedimento. No observé ningún sistema de alarma.  Bajo la casa debía discurrir un río, pues un arco de piedra le daba paso por medio de un canal que  llegaba hasta el pantano. Unas barcas de madera se pudrían en sus márgenes.

Al poco de oscurecido me deslicé por uno de los ventanucos del sótano. Había más de tres metros de liso muro de piedra hasta el suelo. Desde luego por allí no podría salir. Ahora debía buscar el acceso a la casa.

El lugar era muy extraño, estaba vacío salvo las ruedas de madera y las muelas del antiguo molino. Un riachuelo cenagoso lo atravesaba de lado a lado, saliendo bajo el arco de piedra que había visto desde fuera. Las escaleras para subir a la planta baja estaban destruidas y en lo que debió ser el rellano se había construido una especie de terraza con balaustrada. Con un estremecimiento me di cuenta que estaba encerrado. No llevaba cinco minutos allí cuando el ruido de una puerta me hizo levantar la cabeza. Enfoqué con la linterna y vi a la vieja a tres metros sobre mí, asomada a la barandilla de la terraza y con el voluminoso saco que le llevaron de la carnicería al lado.

-          ¡Vaya! Ya ha llegado usted, no le esperaba tan pronto. ¿Por qué usted es el de la gorra roja que me estuvo siguiendo esta mañana por el pueblo, verdad? Mire que sabía que vendría…

No sabía qué decir. Estaba sorprendido y tan sólo acerté a balbucear –Estoy interesado en su coche….

-          Déjese de tonterías, me contestó, está usted interesado en mi dinero, como muchos otros. Pero yo se defenderme y tengo  quien me ayuda.

Y con estas palabras se puso a tocar una campanilla que llevaba en la mano, mientras que con la otra sacaba un pollo entero del saco que tenía al lado.

-          ¡General Lee, General Stuart!  -gritaba como si llamara a sus gatos y a la vez echaba pollos al cenagoso riachuelo que corría a sus pies. –Mirar lo que os ha traído mami, un hombre malo que quería hacernos daño, como el otro.

Un fuerte chapoteo me hizo enfocar la linterna al agua, y casi se me salen los ojos de las órbitas al ver un gigantesco caimán arrastrándose hacia la orilla.

-          Es el General Lee, el preferido de mi padre. Lleva con nosotros más de cincuenta años ¿sabe? No hay como darles cariño y comida para que te quieran. Mire por allí llega Stuart…y seguro que los otros van a llegar en breve. Le deseo una buena noche y me voy, que tengo que prepararme una tortillita para cenar.

Y con éstas palabras se dio la vuelta y cerrando la puerta desapareció de mi vista, todo quedó oscuro.  Un ruido detrás de mí me hizo dar un brinco y se me cayó la linterna al suelo.

Eduardo Lizarraga/ Madrid, diciembre 2012


miércoles, 31 de octubre de 2012

La presa en el valle (Relato en dos folios para Halloween)


Una tenue luz me despertó.  Me encontraba en un lugar extraño; en una pequeña cueva, poco más que un agujero, con el suelo tapizado de hierbas y hojas de árbol, como yacija de animal. El azul del cielo se veía a través de unos tupidos matorrales que casi tapaban la entrada. Arrastrándome, conseguí salir de aquella lóbrega madriguera. Fuera el sol brillaba en lo alto.

La cueva se abría al pie de unos altos farallones rocosos; al fondo se divisaba otra pared casi cortada a pico y entre las dos discurría un largo y profundo valle cubierto de vegetación. El ruido de un arroyo, que debía correr en lo más hondo,  llegó a mis oídos. Mi boca estaba seca y  la garganta, áspera, me dolía. Necesitaba beber y comencé a descender colina abajo.  Había perdido los zapatos y mis ropas se encontraban en un estado lamentable. Mis manos estaban sucias y tenían huellas de sangre, aunque no me descubrí ninguna herida. No sabía quién era ni qué me había pasado.

Avanzando a trompicones, pues las piedras me dañaban los pies, conseguí llegar al fondo del valle. Allí la vegetación era frondosa y a los primeros matorrales les fueron sucediendo árboles de distintas especies, entre los que pude distinguir alisos, robles y hayas.  Poco antes de llegar al ribazo del río, en una pequeña pradera salpicada de arbustos aromáticos, descubrí los restos ensangrentados de un animal. Era una cabra adulta que debía haber sido víctima de alguna gran bestia, pues estaba casi descuartizada y le faltaban grandes pedazos de carne. Había sido arrastrada hasta allí y hubiera sido fácil seguir el rastro de sangre hasta el lugar donde había sido atacada. Algo nervioso por lo que estaba viendo, tomé el camino opuesto, el que siguiendo la ribera del riachuelo se dirigía hacia lo que parecía ser la salida del valle. Bebí del río hasta saciarme y aproveché para limpiar  la sangre y el barro que me cubrían.

El sol estaba ya en lo alto y debía ser una hora cercana al mediodía. No se oía nada y parecía que los pájaros callaban a mi paso. Alarmado por el silencio y la soledad comencé a dar gritos por si alguna persona pudiera oírme.

-          ¿Hay alguien por aquí?

-          ¡Estoy perdido! ¿Alguien me escucha?

Tan sólo el eco respondía a mis peticiones de auxilio. Era como si estuviera sólo  en  el valle. Seguí andando por el ribazo del río; las piedras sueltas y los troncos caídos dificultaban mi paso. Y el marchar descalzo no ayudaba nada. Un rebaño de cabras salió huyendo de entre unos matorrales. Balando despavoridas, como si estuvieran en presencia de una fiera, se dirigieron hacia lo profundo del bosque y enseguida les perdí de vista. El trillado camino que iba siguiendo, realizado sin duda por el ganado en sus vagabundeos, era la única senda que había visto en todo el día. Parecía como si ninguna persona hubiera pisado estos parajes.

El valle se estrechaba por momentos y en breve se convirtió en un cañón, de paredes casi verticales, por el fondo del cual corría el río. En un momento dado la senda desapareció y tuve que echarme al agua, porque era ya el único camino posible.

Medio andando, medio nadando, seguí avanzando por el cauce, y daba gracias a que el estiaje no le hiciera llevar mucha agua y la corriente fuera escasa.

A la vuelta de un pequeño recodo que hacía el río, me encontré con una gruesa reja de hierro, cubierta de herrumbre, que cerraba el paso del cauce.  Continuar era imposible, el agua huía entre los barrotes pero yo no podía seguir. Más que reja era puerta, porque un grueso candado, que estaba nuevo y brillante, la cerraba por el otro lado. Desesperado, comencé a gritar de nuevo por si alguien pudiera oírme.

-          ¡Socorro, no puedo salir! ¿Alguien me escucha?

-          ¡Por favor, quiero salir de aquí!

Como en la anterior ocasión los gritos se demostraron inútiles y el frío me hizo dar la vuelta para buscar un lugar desde el que poder salir del agua, estaba aterido y dando diente con diente. La tarde estaba cayendo y no sabía qué hacer.

No fumo y carecía de cerillas o mechero con el que encender un fuego. Comencé a pensar, asustado, en la cabra muerta y devorada en el prado. Tenía que buscar un sitio donde protegerme. Si pudiera encontrar de nuevo la cueva antes de que se hiciera de noche…

Pude hallar de nuevo el sendero abierto por las cabras y pensé, que desde allí, no me sería difícil orientarme y llegar hasta la cueva en la que había amanecido. No conseguía acordarme de nada más allá. Había encontrado un palo, especie de grueso garrote, y esperaba que pudiera servir para defenderme.

Las sombras se iban alargando y en poco tiempo desaparecerían.  Si tuviera la suerte de que hubiera luna…

Algunos ruidos procedentes de los matorrales, al  otro lado del río, hicieron que, precavido,  me alejara de su curso. Creía reconocer a lo lejos los riscos bajo los cuales pensaba que se encontraba la cueva.  Casi imperceptibles, encontré en mi camino los restos de una gran casa, de la que quedaban poco más que los cimientos y algunos muros derruidos; en uno de ellos un escudo nobiliario llamó mi atención. Creí reconocerlo, pero tenía la memoria bloqueada y no conseguía acordarme de nada.

Ya era casi noche cerrada, cuando encontré la empinada colina que había bajado a  tropezones por la mañana. La luna se estaba alzando sobre el horizonte, y con su luz podría encontrar la angosta obertura tras la cual esperaba encontrar protección y calor. Grande, esplendorosa y rojiza como la sangre, era la más hermosa luna llena que había visto. Ya no sentía frío ni cansancio, tampoco miedo o soledad, mis pies ya no me dolían y un vigor renovado recorría mi cuerpo.

La luz plateada inundaba el valle y haría más fácil mi búsqueda. Tenía hambre y necesitaba comer; mi presa estaba oculta entre los árboles, esperándome aterrorizada;  sin dudarlo más y saludando con un súbito y largo aullido a mi aliada, me lancé monte abajo en su busca.

Eduardo Lizarraga

Madrid, octubre de 2012

lunes, 1 de octubre de 2012

La noche trae malos encuentros (Relato en dos folios)


Los dos hombres  subían resoplando y entre tropezones la empinada colina. Más arriba de ellos una luz, que oscilaba con el viento,  mostraba apenas los contornos difusos de una casa.  El cementerio  había quedado ya bastante atrás, unos tres kilómetros al pie del monte,  cuando la luna se levantó sobre el bosque que se alzaba tras la modesta construcción.

Parados en un pequeño llano, al pie del cual un ligero repecho llevaba hasta la puerta de la solitaria palloza, que ya se veía con detalle, ambos hombres mascullaban en voz baja mientras recobraban el aliento.

-El muy perro debe estar durmiendo tranquilamente –afirmó el más corpulento de los dos, con una extraña voz atiplada.

- Sí, pero más tranquilo va a estar dentro de un rato, y para siempre  -contestó su compañero.

Y el sonido  de la corredera de una pistola, llevada atrás con violencia, llenó de siniestro contenido sus palabras.

La vacilante luz del farol que colgaba de un palo les guio, sin más tropiezos, hasta la puerta. Una  fuerte patada, a la altura de la cerradura, la abrió sin miramientos.

El tenue rescoldo de la chimenea no permitía ver los rostros, pero en el jadeo entrecortado que surgía desde un rincón, se adivinaba el miedo.

-          ¡Hola Portugués!, hemos venido a ver cómo estás. ¿Por qué te fuiste tan rápido? –preguntó con voz que quería ser amistosa el de la pistola.

-          Sí, y sin dejar tu dirección, con lo que todos te queremos –aseguró el corpulento mientras recuperaba el fusil ametrallador que llevaba.  ¿Sabes? –añadió – al Viejo y al Patas los jodieron en el río.

-          ¡Yo soy inocente!-quiso gritar el que llamaban Portugués, pero de su garganta enronquecida, apenas si surgió un susurro.

-          ¡Claro! Tan inocente como yo de lo que va a pasar aquí. ¡Enciende la luz! que te quiero ver el careto de rata que gastas – ¡y sin equivocarte!  ordenó el pequeño que se estaba poniendo nervioso. ¡Más de un año llevamos buscándote!

Una bombilla, que colgaba de un cable en el centro de la habitación, iluminó la estancia.

El Portugués, pequeño y escuálido, salió de entre las cobijas de una cama en la que se adivinaba otro bulto.  Su cara, demacrada y pálida, se estaba perlando con gotas de sudor. Una barba de varios días teñía de azul las mejillas y sus ojos brillantes, suplicaban más que miraban, a los intempestivos visitantes.  Una camisa, que debió  de ser blanca hace tiempo, y que le quedaba muy grande, cubría casi todo su cuerpo del que sólo sobresalían unas piernas delgadas y unas manos sucias, de dedos cortos, que frotaba sin parar.

-¡Chechu, Pernales, por Dios! Yo no tengo nada que ver con lo que pasó. Fue una casualidad. –gimió el Portugués.

Chechu, que era el más pequeño, el de la pistola, estaba parado en medio de la habitación. El espeso pelo negro, cortado casi a cepillo, dejaba poco espacio para la frente. Y no había mucho más que ver, que unas orejas de soplillo y una nariz demasiado ancha. El resto se ocultaba detrás de una espesa barba en la que se notaban algunas canas.  La mano sostenía una Astra de 9 mm, de siniestro brillo azul acerado y que apuntaba, sin temblor alguno, al pecho del Portugués.

Procedente de la cama se escuchó un leve gemido y un movimiento entre las mantas.

-¡Anda Pernales!, echa un vistazo a ver quién está ahí. Que éste no dormía sólo.

El Pernales, que llevaba un gabán oscuro del que sobresalía el cañón de un naranjero, se acercó hasta la cama y levantó el revoltijo de ropa. Acurrucada, y protegiendo entre sus brazos un niño de meses, estaba una mujer.

Pequeña y de espeso pelo, negro y rizado, salió de la cama con el bebé en brazos.

-          ¡Anda Chechu, pero si es la Chata! exclamó el Pernales.

-          Sí, está la noche llena de sorpresas. ¡Chata! que anduvimos buscándote por el monte casi una semana después del encuentro con los picos. Pensábamos que te habían dado un buchante en la tripa y andabas tirada por ahí. Pero lo que llevabas en el bandullo era otra cosa… ¡un rorro! Que seguro no será del Estudiante… ¿a ver si lo adivino? ¿canta fados?

La Chata, como la llamaban, hacía honor a su nombre pues tenía una extraña nariz respingona y pequeña. El camisón que llevaba ocultaba sus formas de mujer, pero se veía que, a pesar de su estatura, era una mujer de bandera. De frente alta y orgullosa, tenía los pómulos muy marcados y ni siquiera el miedo había hecho palidecer una piel de color muy atezado. Mientras sostenía al niño con un brazo, se echó hacia atrás el pelo, con un gesto que debía ser muy habitual en ella.

-          ¡No hemos hecho nada! exclamó, tan sólo queríamos dejar aquella vida a salto de mata, tener una familia y sacar adelante al niño.

-          Cuando se entere el  Estudiante no sé si se va a alegrar  o no- le respondió Pernales mientras la empujaba hacia el centro de la habitación. ¡Deja al chico en la cama, que esto no es apto para menores!

Mientras la empujaba, Pernales sacó del todo el naranjero que llevaba medio oculto. En sus manos grandes, de campesino, parecía un juguete. Tendría cuarenta o cuarenta y cinco años y todo en él era grande. Orejas grandes, nariz grande, labios gruesos, patillas de hacha pobladas…todo era grande menos los ojos, que apenas se percibían escondidos por unas pobladas cejas y unas bolsas muy abultadas.

-          ¡Pero vaya nidito guapo que os habéis hecho, hasta con suelo de porlan! Les espetó el Chechu mientras clavaba el cañón de la pistola en el pecho del Portugués. ¿Así que no sabíais nada de la encerrona que nos hicieron en el río, al lado del puente viejo? Pues lo que dicen los picos es otra cosa…

En el centro de la habitación, debajo de la bombilla, sin atreverse a abrazarse, el Portugués y la Chata se miraban sin decir nada.

                -Bueno tú- le dijo el Chechu al Pernales- enhebrando que aquí está ya todo el pescao vendido.

Unos tiros secos de la pistola, a los que siguió una ráfaga corta del naranjero, terminaron la conversación.

-          ¿Qué hacemos con el crío? preguntó Pernales.

-          Déjalo, que no es cosa nuestra, ya diremos a la abuela que se acerque, si quiere…

Y sin más cerraron la puerta dela palloza y tomaron el sendero que bajaba al pueblo. La luna, que se había cubierto de nubes, volvió asomarse, inquieta sin duda por el llanto del niño.

No llevaban recorridos ni cien metros por el sendero, cuando desde los matorrales que bordeaban el camino les acribillaron a disparos. No tuvieron tiempo ni de quejarse.

Unos hombres que salieron de las sombras se acercaron a los dos bultos que habían quedado tendidos. La luna lo iluminaba todo.

-          ¡A las ordenes de usted, mi teniente, parece que están muertos!, dijo un hombre.

-          ¡Y si no lo están, que lo estén, para lo que iban a durar….menos problemas! Contestó una voz de tinte autoritario. ¡Sargento, compruébelo!

-          ¡A sus ordenes mi teniente! – Al poco suena un disparo.

 -          ¡A sus ordenes mi teniente!, El Pernales aún respiraba, pero acaba de morir.

-          ¡Pues ya está, sargento. A ver, envíeme a alguien a la casa a ver qué hay.

-          ¡Sevilla, Chacón, tirar parriba y cuidao!

-          ¡A sus órdenes mi teniente –gritó el sargento cuando volvieron los números- el Portu y su mujer están muertos. Pero en la cama hay un niño pequeño llorando.

-          ¡Vaya por Dios! -respondió el teniente- todo son problemas. ¡Coja al niño y bájelo al pueblo¡  y se lo da al cura, que ya sabrá qué hacer con él. Nosotros no somos como estos asesinos.

El pelotón de guardias civiles bajaba por el camino, los dos bultos atravesados en las mulas de la munición. El teniente en cabeza y el sargento a un respetuoso paso por detrás.

-          ¿Y digo yo, mi teniente? No podíamos haberlos detenido antes que se cargaran al Portu y a su mujer. Los teníamos rodeados desde que salieron del pueblo y no se podían escapar.

-          Míralo así Barbeira, son cuatro rojos menos, que aunque el Portu era un cabra y nos sirvió para matar al Viejo y acabar con la guerrilla de Somiedo, era también de su misma ralea. Y mira tú –siguió explicando el teniente- como nos ha servido decir cuatro cositas por aquí y por allí para trincar a estos dos también. Bien está lo que bien acaba, Barbeira y esto nos va a ir bien al expediente, que de eso se trata.

La luna, harta ya de tanta miseria, se había vuelto a esconder y los tropezones y tacos de los hombres, bajando entre las piedras, le recordaron que la oscuridad sólo trae malos encuentros.

 

Eduardo Lizarraga

Hondarribia, octubre de 2012

domingo, 23 de septiembre de 2012

Rajoy sólo hace juegos de manos




No ha transcurrido aún un año de gobierno popular -¡muy esclarecedor el nombrecito que se buscaron!- cuando ya la situación en la que se debate España, cruje por todos los lados. Ni los más firmes partidarios del PP en las urnas podían imaginarse catástrofe similar.

Todos los españoles, menos está claro los apesebrados, a los que ciega la comida que se les pone delante, se están dando cuenta  de que nuestro país está inmerso en una crisis sin precedentes, que no sólo ha costado ya el escaso estado del bienestar del que disfrutábamos, sino que está poniendo en riesgo la propia supervivencia de cientos de miles de familias, y también el futuro del país durante muchos años.

Y Mariano, el líder espiritual de la derecha española, el depositario de la tradición burguesa y liberal de la oligarquía, se muestra vacilante y titubeante, callado y gallego, ante una situación que no imaginaba ni en sus peores pesadillas. ¿Quién le iba a decir a él, aquella noche  de júbilo del 20N, en el balcón de Génova, que España se le iba a ir de las manos en menos de nueves meses?

Y yo no se si le han engañado porque es tonto y se ha creído lo que le decían, o es malo y sabía que le engañaban. De otra manera no comprendo cómo es posible que pensara que con la Reforma Laboral, que es la única reforma que ha hecho y el resto son recortes, se crearían puestos de trabajo, como le aseguraron los empresarios. Y seguimos subiendo en el paro y los nuevos puestos de trabajo no se ven por parte alguna.

Es cierto que estamos experimentando una crisis universal, que sacude las bases de la economía de la mayor parte de los países desarrollados;  pero también es cierto que en España está teniendo unas consecuencias demoledoras. Y ello es debido a las particulares características económicas de nuestro país,  a la existencia de diversas burbujas económicas y a la clase política que padecemos y consentimos, que se desarrolla y medra en unas condiciones  casi únicas en Europa y que antepone sus intereses particulares como clase, antes que los generales del país.

Partiendo casi de cero, como lo hicimos en 1976, se tuvieron que poner las bases de lo que debería ser un estado occidental, europeo, moderno y competitivo, como el resto de los países de nuestro entorno. Dos fueron las bases fundamentales sobre las que se pretendió construir este nuevo estado. La  creación de partidos políticos de fuerte implantación, con listas electorales cerradas y bloqueadas, con un sistema proporcional, y la descentralización del estado existente.  Y ambas dos se han demostrado como el origen del actual problema que padecemos. Tal vez haya llegado el momento de cambiarlas.

Son las cúpulas de los partidos las que eligen a los candidatos que deberá votar el pueblo; y los eligen entre los jóvenes adeptos del partido que han mostrado una mayor fidelidad a esas cúpulas. Es decir la valía personal, el conocimiento, la preparación, la honestidad, la honradez,  y otra serie de valores que se debieran tener muy en cuenta a la hora de elegir un cargo público, apenas cuentan para nada. De esta manera los partidos políticos se han convertido en el modo de vida de una multitud de personajes y sus familias, que se reparten los cargos públicos en la política, los puestos políticos en las empresas públicas de las diversas administraciones y los cargos pseudolaborales en grandes empresas que dependen de la Administración para obtener trabajo y beneficios.

Cuando en el 77 se pusieron las bases constitucionales de nuestro Estado se pensó –erróneamente, como se está demostrando ahora- que la mejor manera para no diferenciar demasiado a determinados territorios que aspiraban a una cierta autonomía –las llamadas Autonomías históricas, País Vasco, Cataluña y Galicia- era hacer un “café para todos” y crear un estado autonómico con determinados niveles competenciales; superior para unas, que ya las habían tenido, y menor para otras que no las solicitaban. Y esto fue una equivocación de terribles consecuencias. La clase política emergente, se unió a los –no me gusta la palabra caciques- miembros de las élites locales que necesitaban subirse al nuevo tren que pasaba por su puerta, para no perder su preponderancia provincial o regional. Y todos ellos, al grito unánime de “aquí no vamos a ser menos”, generaron de la nada un sentimiento regionalista inexistente y la estructura desmesurada de un estado de 17 autonomías, de casi iguales competencias.

Y de esta manera la casta política española creó un entramado clientelar, de absorción y dación de recursos y prebendas, extendido a 17 autonomías y más de 8000 municipios.  La red estaba creada y a partir de ese momento se trataba de ponerla a funcionar captando ingresos para los partidos y sus allegados.

Para mejorar el sistema se trató de darle financiación y recursos. Así vino la Ley de Cajas de Ahorro que permitió a los políticos entrar en sus Consejos de Administración y distribuir a su interés particular los recursos que mantenían. También llegó la Ley del Suelo que dejó en manos municipales este gran recurso susceptible de todo tipo de corruptelas. De esta manera se había completado el entramado del negocio.

Este sistema es el que va creando diversas burbujas financieras o estructurales que le sirven para obtener pingües beneficios y generar nóminas y dietas para sus allegados. Lo malo es  que cuando se pinchan, sus consecuencias se pagan a escote entre todos. Entre las recientes, con pinchazos estruendosos, están la burbuja inmobiliaria, la burbuja de las renovables, la de las Cajas de Ahorro, la de las infraestructuras, la de las televisiones autonómicas…. La primera ha conseguido poner al estado en bancarrota, pendiente de un rescate necesario, la segunda ha logrado que el precio de nuestra energía sea la más alta de Europa, con la pérdida de competitividad para nuestra industria que ello supone. La de las Cajas de Ahorro a la vista está y a sus gestores no sólo no se les ha imputado por su mala gestión, sino que se han ido a su casa con indemnizaciones millonarias. La de las infraestructuras, invocando el conocido grito de guerra de “aquí no vamos a ser menos”  ha conseguido dejar atrás un gran número de aeropuertos infrautilizados y con pérdidas millonarias; estructuras feriales mastodónticas y sin clientes;  autopistas de peaje sin usuarios, y un largo etcétera; porque los dislates se han multiplicado por 17 en el mejor de los casos y por unos cuantos más, cuando en el reparto de los distintos pasteles han entrado también los ayuntamientos. Pero eso si, con cada una de éstas locuras inexplicables se han obtenido beneficios directos  y un gran número de puestos de trabajo absurdos y muy bien pagados, con sus dietas y sus prebendas.

Todo eso ahora toca pagarlo, y como decía antes lo haremos a escote, porque es fácil socializar las pérdidas pero imposible, con esta estructura, hacerlo con los beneficios y para qué hablar de encausar a los responsables. Los partidos ya se han encargado de contaminar con sus afines a las estructuras que deberían haber vigilado y perseguido el disparate que ahora toca pagar. Desde el Tribunal Constitucional al Consejo General de Poder Judicial; el Banco de España; los Consejos de las Cajas de Ahorro;  las entidades reguladoras de la energía y las telecomunicaciones; el reciente caso de la Comisión Nacional del Mercado de Valores;  las Cámaras de Comercio;  las grandes empresas públicas y algunas privadas…en todos estos lugares estratégicos existen en puestos clave o son dirigidos, por personal  propio de los partidos. Y esta lamentable situación no se puede mantener en un estado de derecho que precisa para su correcto funcionamiento que estos organismos sean independientes. La contaminación entre el poder legislativo y el ejecutivo es única en Europa y causa extrañeza y preocupación, cuando no una risa mal contenida, entre nuestros socios comunitarios.

La estructura política española genera burbujas –la próxima podría ser la de los casinos x 17-, porque en una muestra de  locura suicida, necesita huir hacia adelante, para poder seguir manteniendo el clientelismo y la estructura captadora de recursos con la que mantener a sus cercanos y afines.  Y uno de los numerosos problemas que generan estas burbujas y que nos va a tocar pagar durante muchos años es la incapacidad de la industria y empresa de base,  la que crea el entramado empresarial del país, para obtener los recursos necesarios con los que existir, desarrollarse y ser competitiva en Europa.

Ante esta situación de catástrofe, porque la crisis general  reinante en el mundo occidental ha destapado nuestra particular crisis e impedido la enésima huida hacia adelante por falta de recursos,  el partido en el gobierno, y no creo que la diferencia hubiera sido mucha con el otro partido, tal vez una mayor sensibilidad en las actuaciones,  ha decidido recortar en lugar de reformar. Y con esa solución, que intenta poner parches  y aguantar el tirón por si la crisis se pasa,  ha agudizado la crisis interior acabando con el consumo interno, y está intentando y legislando para que el coste de la situación se traslade al estado de bienestar y que lo paguen los que menos tienen. Lo que es injusto a todas luces.

En estos nueves meses se han cometido diversas atrocidades que han agravado la situación, nos han colocado en puertas de un necesario rescate y han acabado con la ya escasa credibilidad de los partidos políticos españoles. Para hacer un breve repaso, y aparte de la Reforma Laboral que ha conseguido casi dos millones de nuevos desempleados, con especial  incidencia entre mayores que tenían altas indemnizaciones y  buenos sueldos, y a los que se ha condenado al desempleo y la miseria de por vida, sin lograr por ello que sus hijos encuentren un trabajo precario y mal remunerado, podemos hablar de:

. Los recortes en Sanidad que han desmantelado la única buena estructura del estado del bienestar que teníamos y que pueden beneficiar el fortalecimiento de una sanidad privada para quién pueda pagarla.

. Los recortes en Educación que era, precisamente por la implicación de los partidos políticos en la misma, una estructura necesitada de consenso, proyección y menos ideología.

. Los recortes en Investigación y Desarrollo que significan un suicidio futuro para nuestra industria y nuestros jóvenes.

De momento se trata de dejar incólumes las estructuras generadoras de rentas para la clase política e impulsar medidas que tapen agujeros, como son los recortes y las subidas de impuestos.  Aunque con ello agraven la crisis por la caída del consumo, el cierre de empresas, la desaparición de autónomos y la generación de nuevos desempleados que, sin apenas coberturas, están condenados a la miseria y al abandono.

Además se está propagando el rumor interesado de que el rescate implicará nuevos recortes y sacrificios, y por ello se dice que no es necesario, que hay que negarse. Y no es eso.

Para obtener el rescate que necesitamos, nos van a imponer a cambio, medidas de reforma y no más recortes, que es precisamente lo que no quieren hacer los partidos, porque esas medidas de reforma, chocan de manera frontal con sus intereses y su modo de obtener recursos para los suyos.

Hay que reformar la estructura política con un sistema electivo mayoritario y unas listas abiertas, quitando el poder a las cúpulas de los partidos. Hay que acabar con los miles de empresas, públicas o pseudopúblicas,  que tan solo sirven para mantener  decenas de miles de pesebres a un coste elevadísimo y duplicar estructuras  económicas que se detraen a la posibilidad de negocio de las empresas privadas. Hay que terminar con muchas de las competencias autonómicas  y volver a un estado mucho más racional y centralizado que optimice los recursos.  Hay que establecer un plan de infraestructuras nacional, que vertebre el  estado y no  a cada una de las 17 autonomías como si fueran mini estados. Hay que propiciar la fusión entre muchos de los 8000 ayuntamientos  para ahorrar en costes…hay muchas cosas que hacer y pronto, porque nos va el futuro en ello.

Por desgracia todo ello significa hacerse el harakiri para nuestra clase política. Y no les veo por la labor de hacerlo. Todo lo contrario, van a seguir poniendo parches en formas de recortes para hacer pagar la crisis a los demás, se van a negar a cualquier tipo de reforma del sistema y van a seguir viviendo en su particular burbuja,- esta es dorada- protegida de la realidad social a la que van a someter al país. Y eso no es todo, porque si perciben que la única manera de mantener su situación de privilegio es la de salirse del euro, lo intentarán hacer. Aunque ello signifique el retroceso del país y la emigración masiva para muchos de nosotros y nuestros hijos.

Está en nuestras manos exigir que den la talla y que acometan las reformas que les llevarán a su casa y a buscar trabajo, como al resto de los españoles, que ya estoy harto de oír, a determinados políticos, que con 5.000 euros al mes viven justitos. Pero creo que quien antepone el bienestar del partido y sus afines, al sufrimiento y desgracia de todo el país, no es el estadista que necesitamos. Y este estadista tiene que ponerse frente al aparato de su propio partido, y a los intereses económicos del resto del arco parlamentario. Y para ello sólo –lo que no es poco- puede contar con el resto del país no contaminado por los pesebres y las prebendas.

Ya hay voces que piden una absoluta revisión del concepto de estado, y los líderes políticos, que están viendo las orejas al lobo, ya se están lanzando a crear cortinas de humo para distraer la atención de lo verdaderamente importante. Las voces de autogobierno, independencia, más autonomía, federalismo…son esas cortinas de humo que quieren tapar la verdadera situación. Hay que revisar la estructura de nuestro estado, formar un gobierno de concentración y salir del problema en el que estamos metidos, todos juntos. Ante situaciones excepcionales se requieren soluciones de la misma índole. No hay otra. Lo demás son juegos de manos.

 

Eduardo Lizarraga

Madrid, Septiembre 2012