viernes, 21 de diciembre de 2012

¿Quousque tandem Rajoy abutere patientia nostra?


Ha pasado ya algo más de un año desde que Mariano Rajoy se hiciera con el Gobierno de España. Y hasta los más acérrimos peperos –que no estén chupando del bote- deberán reconocer que ha sido, con mucho, el peor año desde la llegada de la democracia. La situación actual, en muchos aspectos, nos recuerda a lejanos años franquistas, por la pérdida de derechos y libertades. Y  todo esto sólo ha sido en un año; nos quedan tres, si nuestra paciencia no se agota y le ponemos remedio antes.

Llegó Rajoy, a esta situación de presidente del gobierno, después de un  equivocado segundo mal Gobierno del PSOE de Zapatero, que no se llegó a creer la crisis en la que nos estábamos metiendo. Y fruto de esa incredulidad fue  el no tomar las medidas adecuadas en su momento e ir a remolque de la situación y con la iniciativa perdida, lo que acarreó una terrible sensación de barco sin gobierno.

No lo tuvo difícil el gallego, que tras un año de acoso y derribo al gobierno socialista, apoyándose en la Iglesia, en las “víctimas” y en todos los poderes fácticos que fueron cobijándose bajo su bandera, realizó una campaña que podrá pasar a la historia política del país por ser la más mentirosa de todas las que se han realizado. Y ese Guiness no es nada fácil, que tenemos grandes campeones.

Para ganar las elecciones, con contundencia, necesitaba Mariano varias cosas que se lo pusieran fácil; la primera y más importante que enfrente no hubiera nadie,  y eso se lo puso en bandeja un PSOE desdibujado, con graves conflictos internos y  un gran desánimo en sus bases. Para qué hablar de esos votantes, bailadores de yenka,  a los que lo mismo les da votar al de delante, al de atrás, que al de la izquierda o al de la derecha.  Son un claro producto de falta de raigambre democrática y de conocimiento político; pero con escasos 35 años de democracia tampoco se puede pedir más.

Por supuesto que necesitaba votantes. Y a ello se dedicó en cuerpo y alma prometiendo a cada colectivo lo que su Gobierno iba a hacer por ellos. Subiré las pensiones, no tocaré el IVA, ni el IRPF, mantendré los sueldos, crearé tropocientos mil puestos de trabajo, bajaré la luz, respetaré vuestros derechos, no habrá copago, mantendré la educación… Para un político en España, mentir es barato y además luego no pasa nada si incumples. Y no hay nadie más crédulo que el  hombre asustado que quiere creer.

También necesitaba Mariano recursos y apoyos de peso económico y poder,  y como éstos no son tan fáciles de contentar les tuvo que prometer muchas cosas si llegaba a la Moncloa; y éstas si que tenía que cumplirlas que, con determinadas mafias, mejor andarse con cuidado. A los de mitra y sotana  seguir con la exención de impuestos –no creo que otro gobierno en la tesitura actual lo hubiera consentido- ; vuelta de la asignatura de religión que, no olvidemos, reporta unos buenos ingresos;  y su quesito asegurado en la Educación privada. Otras cosas más filosóficas de matrimonios homosexuales, de leyes de aborto, crucifijos y otras vainas, no eran tan importantes.

El grupo del dinero, que ya sabía muy bien a qué tipo de crisis estábamos marchando y no quería que les sucediera como a sus primos yanquis, abocados a la quiebra, o a los islandeses, respondiendo en los tribunales, le pidió dinero público para el rescate e impunidad en las actuaciones realizadas. Y por supuesto salvar el negocio de veleidades izquierdistas, como  cambios en la Leyes que les beneficiaban. Y además, poder seguir marcando sus comisiones en un mercado controlado por ellos; seguridad para desahuciar a 500.000 familias españolas –por ahora- sin que se montara una revolución, con quema de entidades bancarias y picota para los consejeros…

Las eléctricas, que desde la época del gobierno de Aznar tenían metido el gol del “déficit de tarifa” han visto que es un buen momento para incrementar sus dineritos dejando éste déficit a cero. Porque desde luego que ni Rajoy ni nadie iban a tragar con un cese de la moratoria nuclear, y menos bajar las exigentes medidas de seguridad que convierten en poco rentables la mayoría de las centrales ¡con la que estaba cayendo desde Fukushima! Y así tenemos ya la energía más cara de Europa, sin contar con las nuevas subidas previstas para enero y que dejarán sin calefacción, en pleno invierno,  a un buen número de españoles.

El apoyo de la CEOE fue fácil de obtener con la promesa de una nueva legislación laboral que les permitiera despedir barato. A cambio ellos se comprometían a crear puestos de trabajo. ¿Qué era mentira? Ya; creo que ambos interlocutores lo sabían y en todo caso si quien roba a un ladrón tiene…quien miente a un mentiroso, pues lo mismo.  Disminuir los impuestos a las grandes empresas, amnistiar a los defraudadores, no saber lo que son las SICAVs, no perseguir a los evasores…un amplio elenco de medidas que no ha beneficiado al tejido empresarial para hacerlo más fuerte ni potenciar su expansión, sino que ha permitido que los que controlan las empresas  se hagan más ricos. Claro está, que tanto despido a bajo precio ha traído consigo un agravamiento de la situación económica, aumento de los impagos y disminución del consumo. Así es que muchos empresarios, de esos de postín y papel couché, como era su presidente, Gerardo Díaz Ferrán, gran amigo de Esperanza Aguirre, y al que ahora tengo como vecino en Soto del Real, han optado por sacar el dinero de España y esperar a que escampe. Seguro que luego podrán invertir de nuevo en el país, pero más seguro y a  mucho menos precio.  Y si se ha quedado gente en el camino, pues les da igual. Eso sí, que nadie se queje de su patrioterismo de verbo fácil y solapa adornada.

Y para dar de ganar a los suyos –que no están a su lado ni por la ideología tontuna que tiene, ni por que les guste su graciosa forma de hablar- y aprovechando el momento de confusión de la crisis, se ha empeñado el hombre en desmontar el estado social que reconoce la Constitución, fragmentarlo y dárselo a empresas y grupos muy cercanos a sus amigos y parientes, para que hagan negocio. Así, Educación y Sanidad, construidas con el dinero de todos, irán a parar a manos privadas para que exploten el negocio y se lleven los beneficios.  No hace falta ser un Merlín para darse cuenta quiénes están en los Consejos de Administración de Capio, Ribera Salud y Quirón. Eso sí, el dinero lo ponen grupos inversores de capital riesgo holandeses e ingleses, que quieren grandes beneficios. El intercambio de puestos y cargos entre estas empresas y la Comunidad de Madrid es escandaloso.  Un Director General de Hospitales de Madrid en activo y dos Ex Consejeros de Salud.

Es preciso llamar la atención que todo este proceso se está desarrollando con fuerza en las CC.AA. en las que el PP lleva en el gobierno muchos años: Madrid y Valencia. Aunque Cospedal no quiere perder comba y se ha propuesto igualar en la carrera a Castilla la Mancha. No en vano hay voces que relacionan a su marido, Ignacio López del Hierro, con la empresa Capio.

Desmontado el negocio de la construcción parece que el negocio sanitario es lo único que le quedaba al país. Al menos de momento, porque si prospera la nueva Ley de Costas seguro que tenemos otra vez mucho terreno en “primera línea de playa” para vender propiedades a rusos y chinos. Ya veremos quiénes son los que hacen negocio a costa de nuestros recursos naturales y de las playas de todos. Y es que ni el medio ambiente ni la sostenibilidad han estado jamás en el imaginario del PP, que  los ha considerado ramplones  y de izquierdas.

Durante este primer año de destrucción masiva, el  ya previsible gallego –todo lo que diga es mentira-  se ha desdicho de todo lo que aseguró durante su campaña y amplia precampaña. Así, ha subido el IRPF, el IVA y las tasas judiciales. Ha dado amnistía fiscal, rescatado a la banca con nuestro dinero, abaratado el despido, recortado los sueldos de los funcionarios,  las pensiones, la sanidad, la educación…Dijo que no se quejaría de la herencia recibida y no hace otra cosa que hacerlo.  La semana que viene habrá otra cosa que añadir a la lista, aunque pensándolo un poco creo que ya no le queda nada.

Habló Mariano mucho durante el 2011 de la importancia del consenso. De lo importante que era y que estaba en  las maneras del buen gobernante el buscarlo. Y desde luego que ha conseguido un amplio consenso, pero en su contra. Todas las organizaciones del personal sanitario, desde los médicos, a los ATS, a los administrativos y a los gestores. Todas las organizaciones de educación, maestros, estudiantes, catedráticos, padres…todos contra los recortes. Todas las organizaciones de jueces, fiscales y abogados; las de derechas, las de centro, las de izquierdas…todos contra Gallardón y su manera de ver la Ley y la jurisprudencia; todos contra las tasas judiciales. Para qué hablar de sindicatos, grupos y asociaciones sociales. Es un hecho que no había ocurrido nunca antes. Es el consenso de Mariano.

Tampoco en lo que es el diálogo se está luciendo lo más mínimo. Ni tan siquiera  en el diálogo parlamentario; ya que si el Senado parecía un ente vacío de trascendencia, Mariano  y sus 28 decretos ley han logrado que el Parlamento parezca algo similar. Podría dar vacaciones a los diputados que todo seguiría igual. Y hubo algún ilustre ministro quejoso de que el 15M quisiera secuestrar la voluntad popular ¡Es el colmo de la desfachatez!  Rajoy y su Gabinete han conseguido que la sociedad esté empezando a ver la gigantesca mentira que significa nuestro sistema político tal y como está en la actualidad y que entiendan que la solución de sus problemas no está ya en el Parlamento, si es que alguna vez la estuvo.

Parecería imposible que el año que está llegando pueda ser peor que el que se marcha. Pues no lo dudemos ni un momento, Mariano y sus muchachos están dispuestos a lograrlo. Y todos pagaremos sus logros, siendo más pobres y menos libres que el año anterior. Y si queremos protestar,  encontraremos a más policía en las calles con unas porras más grandes y necesitaremos más dinero en los juzgados.  Es la palocracia del PP.

 De verdad,  de verdad, creo que  los que le votaron deberían  ponerse una capucha para no ser reconocidos y penitenciarse un poquito en la plaza pública con un cartel: “Votante arrepentido del PP”. Seguro que encontraban a alguien que les ayudara.  Y mientras tanto, paciencia, más paciencia, hasta que se nos agote  y alguien nos diga ¡hasta cuando vais a aguantar! y salgamos todos a las calles, a una, gritando ¡se acabó!

 

Eduardo Lizarraga

Manzanares el  Real , diciembre 2012

martes, 18 de diciembre de 2012

No tan sola (Relato en dos folios)


El pueblo era un verdadero asco. Viejo, pequeño, lleno de edificios vulgares y situado al borde de uno de esos grandes pantanos que abundan en Luisiana. La verdad, es que desde que habíamos salido de Mobile, el paisaje pantanoso y maloliente había sido una constante; hasta caimanes había visto al bordear el lago Pontchartrain. Me hubiera gustado llegar hasta Nueva Orleans, pero el precio de los Grey Hound ya no es lo que era y además no era cuestión de llegar con los bolsillos vacíos. Tenía que encontrar alguna solución. Por lo menos ya había dejado tierra de por medio con Tampa; seguro que el Grasas y sus chicos todavía estaban buscándome, ¡idiotas!

De repente, y como salida de la nada, me crucé con una vieja,  pequeña y  con cara de víctima, acompañada por un negro enorme lleno de bolsas. Olí a dinero y como si de un imán fuera comencé a seguirla por el pueblo. Entraron en una zapatería, luego en una librería, y en una tienda de ropa, allí, a través del escaparate la vi sacar un fajo de billetes, grueso como una biblia; la saludaron todos los vecinos con que se cruzó…andaba despacio, pero con paso decidido. En una plaza, que debía ser la más importante del pueblo, el negro se dirigió a un inmenso y anticuado Mercedes aparcado,  y abriendo la puerta  dejó allí las bolsas. Recogió a su señora, que le  esperaba en la acera y entraron en una carnicería que estaba enfrente mismo, no sin que antes la vieja me dirigiera una extraña mirada por encima de sus anteojos.  No menos de media hora debieron estar dentro y cuando salieron les seguía un chico con un gran saco a la espalda. Entre el negro y el chico metieron el saco en el maletero y, después de abrir la puerta trasera a su señora y esperar que se acomodara, arrancó el vehículo con gran parsimonia y con el motor ronroneando, como  un gran gato negro, salieron del pueblo por la misma calle por la que había llegado el autobús.

No suelo equivocarme y sabía que mi solución estaba ahí. Estas viejas suelen tener mucho dinero en casa, es como si no se fiaran de los bancos. Y las comprendo muy bien, yo tampoco me fío: son los mayores ladrones del país.. Tenía que enterarme y hacer un plan. Algo rápido y eficaz.

Sin pensármelo entré en el bar que estaba al lado de la carnicería. Apenas me quedaban veinte pavos y era preciso gastarlos con tino. El establecimiento estaba casi vacío, y satisfecho comprobé que al otro lado de la barra había sólo un adolecente imberbe, que holgazaneaba mascando chicle, con las manos en los bolsillos. Son los mejores.

-          ¡Oye chaval, un café y un donuts! le dije, intentando aparentar cordialidad y echando a la vez mi gorra roja de los Lakers hacia atrás.

-          ¡Marchando! contestó,  y se puso a preparar lo pedido con una celeridad poco habitual.

Me había sentado con la espalda al ventanal que daba a la calle; cuantas menos personas me vieran mejor. En menos de cinco minutos vi cómo venía el chico a traerme el café.

-          ¡Bonito Mercedes ese que estaba aparcado enfrente! toda una pieza de museo- le comenté.

-          Sí, es de la señora Dubois y antes creo que fue de su padre- me respondió parándose a mi lado.

-          Pues ya me gustaría hablar con ella, porque tal vez tuviera una propuesta para comprarle el coche. ¿Dónde puedo encontrarla?

-          Vive en una casona muy grande, como a dos millas del pueblo, al borde del pantano. Pero no creo que le interese venderlo,  dicen que tiene mucho dinero y está muy apegada a todo.

-          Le haré una buena oferta- contesté sonriendo. ¿Y dices que está como a dos millas?

-          Si, en la carretera de Louisiana, hay un pequeño camino y un cartel que dice “Maison Dubois”, es francés ¿sabe? Pero si va a verla hágalo antes de las cinco, que a esa hora se va Benoit, su chófer y sirviente,  y como se queda sola en la casa ya no abre a nadie. Aunque no creo que nadie se atreva a andar por las cercanías de noche. Yo al menos no iría por allí, ni aunque me dieran uno de los grandes.

-          ¿Y eso? le pregunté curioso.

-          Tiene muy mala fama desde la época de la Guerra Civil; los negros hacen vudú  para defenderse de los malos espíritus por allí y dicen que han desaparecido personas en el pantano.

Cuando digo que tengo buen olfato para las oportunidades, lo digo con razón. Vieja, sola y forrada. No iba a esperar a nada más. A veces los mejores planes son los más audaces. Decidí acercarme hasta allí para situar la casa y estudiar una vía de acceso.

Estaba en el mismo borde del pantano y todo era como me había dicho el chico, salvo que aunque se la veía antigua, no tenía mucho de casa colonial, más bien de antiguo molino de agua. Sólo el segundo piso se salvaba, construido en hermosa madera pintada de blanco. El primero era de piedra y tenía rejas en las ventanas. Más abajo había unos estrechos ventanucos que debían dar al sótano y que estaban libres de impedimento. No observé ningún sistema de alarma.  Bajo la casa debía discurrir un río, pues un arco de piedra le daba paso por medio de un canal que  llegaba hasta el pantano. Unas barcas de madera se pudrían en sus márgenes.

Al poco de oscurecido me deslicé por uno de los ventanucos del sótano. Había más de tres metros de liso muro de piedra hasta el suelo. Desde luego por allí no podría salir. Ahora debía buscar el acceso a la casa.

El lugar era muy extraño, estaba vacío salvo las ruedas de madera y las muelas del antiguo molino. Un riachuelo cenagoso lo atravesaba de lado a lado, saliendo bajo el arco de piedra que había visto desde fuera. Las escaleras para subir a la planta baja estaban destruidas y en lo que debió ser el rellano se había construido una especie de terraza con balaustrada. Con un estremecimiento me di cuenta que estaba encerrado. No llevaba cinco minutos allí cuando el ruido de una puerta me hizo levantar la cabeza. Enfoqué con la linterna y vi a la vieja a tres metros sobre mí, asomada a la barandilla de la terraza y con el voluminoso saco que le llevaron de la carnicería al lado.

-          ¡Vaya! Ya ha llegado usted, no le esperaba tan pronto. ¿Por qué usted es el de la gorra roja que me estuvo siguiendo esta mañana por el pueblo, verdad? Mire que sabía que vendría…

No sabía qué decir. Estaba sorprendido y tan sólo acerté a balbucear –Estoy interesado en su coche….

-          Déjese de tonterías, me contestó, está usted interesado en mi dinero, como muchos otros. Pero yo se defenderme y tengo  quien me ayuda.

Y con estas palabras se puso a tocar una campanilla que llevaba en la mano, mientras que con la otra sacaba un pollo entero del saco que tenía al lado.

-          ¡General Lee, General Stuart!  -gritaba como si llamara a sus gatos y a la vez echaba pollos al cenagoso riachuelo que corría a sus pies. –Mirar lo que os ha traído mami, un hombre malo que quería hacernos daño, como el otro.

Un fuerte chapoteo me hizo enfocar la linterna al agua, y casi se me salen los ojos de las órbitas al ver un gigantesco caimán arrastrándose hacia la orilla.

-          Es el General Lee, el preferido de mi padre. Lleva con nosotros más de cincuenta años ¿sabe? No hay como darles cariño y comida para que te quieran. Mire por allí llega Stuart…y seguro que los otros van a llegar en breve. Le deseo una buena noche y me voy, que tengo que prepararme una tortillita para cenar.

Y con éstas palabras se dio la vuelta y cerrando la puerta desapareció de mi vista, todo quedó oscuro.  Un ruido detrás de mí me hizo dar un brinco y se me cayó la linterna al suelo.

Eduardo Lizarraga/ Madrid, diciembre 2012