No ha transcurrido aún un año de gobierno
popular -¡muy esclarecedor el nombrecito que se buscaron!- cuando ya la situación en la que se
debate España, cruje por todos los lados. Ni los más firmes partidarios del PP
en las urnas podían imaginarse catástrofe similar.
Todos los españoles, menos está claro los apesebrados, a los que ciega la comida que se les pone delante, se están dando cuenta de que nuestro país está inmerso en una crisis sin precedentes, que no sólo ha costado ya el escaso estado del bienestar del que disfrutábamos, sino que está poniendo en riesgo la propia supervivencia de cientos de miles de familias, y también el futuro del país durante muchos años.
Todos los españoles, menos está claro los apesebrados, a los que ciega la comida que se les pone delante, se están dando cuenta de que nuestro país está inmerso en una crisis sin precedentes, que no sólo ha costado ya el escaso estado del bienestar del que disfrutábamos, sino que está poniendo en riesgo la propia supervivencia de cientos de miles de familias, y también el futuro del país durante muchos años.
Y Mariano, el líder espiritual de la derecha
española, el depositario de la tradición burguesa y liberal de la oligarquía,
se muestra vacilante y titubeante, callado y gallego, ante una situación que no
imaginaba ni en sus peores pesadillas. ¿Quién le iba a decir a él, aquella
noche de júbilo del 20N, en el balcón de
Génova, que España se le iba a ir de las manos en menos de nueves meses?
Y yo no se si le han engañado porque es tonto
y se ha creído lo que le decían, o es malo y sabía que le engañaban. De otra
manera no comprendo cómo es posible que pensara que con la Reforma Laboral, que
es la única reforma que ha hecho y el resto son recortes, se crearían puestos
de trabajo, como le aseguraron los empresarios. Y seguimos subiendo en el paro
y los nuevos puestos de trabajo no se ven por parte alguna.
Es cierto que estamos experimentando una crisis
universal, que sacude las bases de la economía de la mayor parte de los países
desarrollados; pero también es cierto
que en España está teniendo unas consecuencias demoledoras. Y ello es debido a
las particulares características económicas de nuestro país, a la existencia de diversas burbujas
económicas y a la clase política que padecemos y consentimos, que se desarrolla
y medra en unas condiciones casi únicas
en Europa y que antepone sus intereses particulares como clase, antes que los
generales del país.
Partiendo casi de cero, como lo hicimos en
1976, se tuvieron que poner las bases de lo que debería ser un estado
occidental, europeo, moderno y competitivo, como el resto de los países de
nuestro entorno. Dos fueron las bases fundamentales sobre las que se pretendió
construir este nuevo estado. La creación
de partidos políticos de fuerte implantación, con listas electorales cerradas y
bloqueadas, con un sistema proporcional, y la descentralización del estado
existente. Y ambas dos se han demostrado
como el origen del actual problema que padecemos. Tal vez haya llegado el
momento de cambiarlas.
Son las cúpulas de los partidos las que
eligen a los candidatos que deberá votar el pueblo; y los eligen entre los
jóvenes adeptos del partido que han mostrado una mayor fidelidad a esas
cúpulas. Es decir la valía personal, el conocimiento, la preparación, la
honestidad, la honradez, y otra serie de
valores que se debieran tener muy en cuenta a la hora de elegir un cargo
público, apenas cuentan para nada. De esta manera los partidos políticos se han
convertido en el modo de vida de una multitud de personajes y sus familias, que
se reparten los cargos públicos en la política, los puestos políticos en las
empresas públicas de las diversas administraciones y los cargos pseudolaborales
en grandes empresas que dependen de la Administración para obtener trabajo y
beneficios.
Cuando en el 77 se pusieron las bases
constitucionales de nuestro Estado se pensó –erróneamente, como se está
demostrando ahora- que la mejor manera para no diferenciar demasiado a
determinados territorios que aspiraban a una cierta autonomía –las llamadas
Autonomías históricas, País Vasco, Cataluña y Galicia- era hacer un “café para
todos” y crear un estado autonómico con determinados niveles competenciales;
superior para unas, que ya las habían tenido, y menor para otras que no las
solicitaban. Y esto fue una equivocación de terribles consecuencias. La clase
política emergente, se unió a los –no me gusta la palabra caciques- miembros de
las élites locales que necesitaban subirse al nuevo tren que pasaba por su
puerta, para no perder su preponderancia provincial o regional. Y todos ellos, al
grito unánime de “aquí no vamos a ser menos”, generaron de la nada un
sentimiento regionalista inexistente y la estructura desmesurada de un estado
de 17 autonomías, de casi iguales competencias.
Y de esta manera la casta política española
creó un entramado clientelar, de absorción y dación de recursos y prebendas, extendido
a 17 autonomías y más de 8000 municipios.
La red estaba creada y a partir de ese momento se trataba de ponerla a
funcionar captando ingresos para los partidos y sus allegados.
Para mejorar el sistema se trató de darle
financiación y recursos. Así vino la Ley de Cajas de Ahorro que permitió a los
políticos entrar en sus Consejos de Administración y distribuir a su interés
particular los recursos que mantenían. También llegó la Ley del Suelo que dejó
en manos municipales este gran recurso susceptible de todo tipo de corruptelas.
De esta manera se había completado el entramado del negocio.
Este sistema es el que va creando diversas
burbujas financieras o estructurales que le sirven para obtener pingües beneficios
y generar nóminas y dietas para sus allegados. Lo malo es que cuando se pinchan, sus consecuencias se
pagan a escote entre todos. Entre las recientes, con pinchazos estruendosos,
están la burbuja inmobiliaria, la burbuja de las renovables, la de las Cajas de
Ahorro, la de las infraestructuras, la de las televisiones autonómicas…. La
primera ha conseguido poner al estado en bancarrota, pendiente de un rescate
necesario, la segunda ha logrado que el precio de nuestra energía sea la más
alta de Europa, con la pérdida de competitividad para nuestra industria que
ello supone. La de las Cajas de Ahorro a la vista está y a sus gestores no sólo
no se les ha imputado por su mala gestión, sino que se han ido a su casa con
indemnizaciones millonarias. La de las infraestructuras, invocando el conocido
grito de guerra de “aquí no vamos a ser menos”
ha conseguido dejar atrás un gran número de aeropuertos infrautilizados
y con pérdidas millonarias; estructuras feriales mastodónticas y sin clientes; autopistas de peaje sin usuarios, y un largo
etcétera; porque los dislates se han multiplicado por 17 en el mejor de los
casos y por unos cuantos más, cuando en el reparto de los distintos pasteles han
entrado también los ayuntamientos. Pero eso si, con cada una de éstas locuras
inexplicables se han obtenido beneficios directos y un gran número de puestos de trabajo
absurdos y muy bien pagados, con sus dietas y sus prebendas.
Todo eso ahora toca pagarlo, y como decía
antes lo haremos a escote, porque es fácil socializar las pérdidas pero
imposible, con esta estructura, hacerlo con los beneficios y para qué hablar de
encausar a los responsables. Los partidos ya se han encargado de contaminar con
sus afines a las estructuras que deberían haber vigilado y perseguido el disparate
que ahora toca pagar. Desde el Tribunal Constitucional al Consejo General de
Poder Judicial; el Banco de España; los Consejos de las Cajas de Ahorro; las entidades reguladoras de la energía y las
telecomunicaciones; el reciente caso de la Comisión Nacional del Mercado de
Valores; las Cámaras de Comercio; las grandes empresas públicas y algunas
privadas…en todos estos lugares estratégicos existen en puestos clave o son
dirigidos, por personal propio de los
partidos. Y esta lamentable situación no se puede mantener en un estado de
derecho que precisa para su correcto funcionamiento que estos organismos sean
independientes. La contaminación entre el poder legislativo y el ejecutivo es
única en Europa y causa extrañeza y preocupación, cuando no una risa mal
contenida, entre nuestros socios comunitarios.
La estructura política española genera
burbujas –la próxima podría ser la de los casinos x 17-, porque en una muestra
de locura suicida, necesita huir hacia
adelante, para poder seguir manteniendo el clientelismo y la estructura
captadora de recursos con la que mantener a sus cercanos y afines. Y uno de los numerosos problemas que generan
estas burbujas y que nos va a tocar pagar durante muchos años es la incapacidad
de la industria y empresa de base, la
que crea el entramado empresarial del país, para obtener los recursos
necesarios con los que existir, desarrollarse y ser competitiva en Europa.
Ante esta situación de catástrofe, porque la
crisis general reinante en el mundo
occidental ha destapado nuestra particular crisis e impedido la enésima huida
hacia adelante por falta de recursos, el
partido en el gobierno, y no creo que la diferencia hubiera sido mucha con el otro
partido, tal vez una mayor sensibilidad en las actuaciones, ha decidido recortar en lugar de reformar. Y
con esa solución, que intenta poner parches y aguantar el tirón por si la crisis se
pasa, ha agudizado la crisis interior
acabando con el consumo interno, y está intentando y legislando para que el
coste de la situación se traslade al estado de bienestar y que lo paguen los
que menos tienen. Lo que es injusto a todas luces.
En estos nueves meses se han cometido
diversas atrocidades que han agravado la situación, nos han colocado en puertas
de un necesario rescate y han acabado con la ya escasa credibilidad de los
partidos políticos españoles. Para hacer un breve repaso, y aparte de la
Reforma Laboral que ha conseguido casi dos millones de nuevos desempleados, con
especial incidencia entre mayores que
tenían altas indemnizaciones y buenos
sueldos, y a los que se ha condenado al desempleo y la miseria de por vida, sin
lograr por ello que sus hijos encuentren un trabajo precario y mal remunerado,
podemos hablar de:
. Los recortes en Sanidad que han
desmantelado la única buena estructura del estado del bienestar que teníamos y
que pueden beneficiar el fortalecimiento de una sanidad privada para quién
pueda pagarla.
. Los recortes en Educación que era,
precisamente por la implicación de los partidos políticos en la misma, una
estructura necesitada de consenso, proyección y menos ideología.
. Los recortes en Investigación y Desarrollo
que significan un suicidio futuro para nuestra industria y nuestros jóvenes.
De momento se trata de dejar incólumes las
estructuras generadoras de rentas para la clase política e impulsar medidas que
tapen agujeros, como son los recortes y las subidas de impuestos. Aunque con ello agraven la crisis por la caída
del consumo, el cierre de empresas, la desaparición de autónomos y la
generación de nuevos desempleados que, sin apenas coberturas, están condenados
a la miseria y al abandono.
Además se está propagando el rumor interesado
de que el rescate implicará nuevos recortes y sacrificios, y por ello se dice
que no es necesario, que hay que negarse. Y no es eso.
Para obtener el rescate que necesitamos, nos
van a imponer a cambio, medidas de reforma y no más recortes, que es
precisamente lo que no quieren hacer los partidos, porque esas medidas de
reforma, chocan de manera frontal con sus intereses y su modo de obtener
recursos para los suyos.
Hay que reformar la estructura política con
un sistema electivo mayoritario y unas listas abiertas, quitando el poder a las
cúpulas de los partidos. Hay que acabar con los miles de empresas, públicas o
pseudopúblicas, que tan solo sirven para
mantener decenas de miles de pesebres a
un coste elevadísimo y duplicar estructuras económicas que se detraen a la posibilidad de
negocio de las empresas privadas. Hay que terminar con muchas de las
competencias autonómicas y volver a un
estado mucho más racional y centralizado que optimice los recursos. Hay que establecer un plan de
infraestructuras nacional, que vertebre el
estado y no a cada una de las 17
autonomías como si fueran mini estados. Hay que propiciar la fusión entre
muchos de los 8000 ayuntamientos para
ahorrar en costes…hay muchas cosas que hacer y pronto, porque nos va el futuro
en ello.
Por desgracia todo ello significa hacerse el
harakiri para nuestra clase política. Y no les veo por la labor de hacerlo.
Todo lo contrario, van a seguir poniendo parches en formas de recortes para
hacer pagar la crisis a los demás, se van a negar a cualquier tipo de reforma
del sistema y van a seguir viviendo en su particular burbuja,- esta es dorada-
protegida de la realidad social a la que van a someter al país. Y eso no es
todo, porque si perciben que la única manera de mantener su situación de
privilegio es la de salirse del euro, lo intentarán hacer. Aunque ello
signifique el retroceso del país y la emigración masiva para muchos de nosotros
y nuestros hijos.
Está en nuestras manos exigir que den la
talla y que acometan las reformas que les llevarán a su casa y a buscar trabajo,
como al resto de los españoles, que ya estoy harto de oír, a determinados
políticos, que con 5.000 euros al mes viven justitos. Pero creo que quien
antepone el bienestar del partido y sus afines, al sufrimiento y desgracia de
todo el país, no es el estadista que necesitamos. Y este estadista tiene que
ponerse frente al aparato de su propio partido, y a los intereses económicos del
resto del arco parlamentario. Y para ello sólo –lo que no es poco- puede contar
con el resto del país no contaminado por los pesebres y las prebendas.
Ya hay voces que piden una absoluta revisión
del concepto de estado, y los líderes políticos, que están viendo las orejas al
lobo, ya se están lanzando a crear cortinas de humo para distraer la atención
de lo verdaderamente importante. Las voces de autogobierno, independencia, más
autonomía, federalismo…son esas cortinas de humo que quieren tapar la verdadera
situación. Hay que revisar la estructura de nuestro estado, formar un gobierno
de concentración y salir del problema en el que estamos metidos, todos juntos.
Ante situaciones excepcionales se requieren soluciones de la misma índole. No
hay otra. Lo demás son juegos de manos.
Eduardo Lizarraga
Madrid, Septiembre 2012