A menos de un mes de que el Gobierno del Partido Popular
cumpla la mitad de su legislatura, de
esa para la que dice que está legitimado por el pueblo español, todas las
previsiones de cómo iba a actuar la
derecha española si alcanzaba el poder, se han quedado cortas. La voladura, controlada y muy bien diseñada,
del pequeño estado de bienestar del que disfrutábamos en España es un hecho
incontestable; la Sanidad, las
pensiones, la educación, los sueldos, los servicios sociales…todo se ha ido en
beneficio de unos pocos, y casi con seguridad, para no volver.
Si a ello le
sumamos las leyes que está cocinando Gallardón en su ministerio, al objeto de controlar mejor al pueblo, las prebendas a
bancos y grandes empresas, los indultos otorgados graciosamente por el Gobierno
del PP, los beneficios a la Iglesia, el nuevo marco en contra de las mujeres y
un largo etcétera que día a día sufrimos, pero que sería muy prolijo enumerar,
nos colocamos en una situación en la que los vulnerados por el PP son legión y
aumentan a cada movimiento del ínclito Rajoy.
Y no sólo es
la clase más desfavorecida la que está siendo perjudicada con el gobierno del
PP; los pequeños y medianos empresarios, los autónomos, los propietarios de
fincas e inmuebles y los funcionarios son ya, aunque muchos aún no lo sepan,
los mayores perjudicados por una forma de hacer política a la que votaron de
forma masiva. Engañados, ¡sí!, pero
otorgaron la suficiente “legitimidad” a este gobierno, para que ahora pueda abrasarles. Un gobierno,
que disminuyendo el importe de las pensiones y los sueldos, causando la baja del
valor del inmobiliario, haciendo la vista gorda a los aumentos desenfrenados de
la luz y el gas y manteniendo íntegra la deuda de los ciudadanos con los bancos,
está consiguiendo convertir a España en un país de personas esclavizadas para
siempre por unas deudas inasumibles. Como en la Edad Media, pero durmiendo en casa.
Ante esta
situación política y económica, el pueblo español vuelve a demostrar que es
diferente, y dando la razón a nuestra historia, volvemos a gritar ¡Vivan las
cadenas! Así, en lugar de salir a la calle a exigir nuestros derechos y acabar
con los que nos están robando el presente, y lo que es más importante, el
futuro de nuestros hijos, nos metemos en casa, refugiándonos bajo la mesa camilla
para aguantar el chaparrón de forma sumisa. Todo ello mientras nos quede casa
en la que refugiarnos, porque la crisis económica que comenzó azotando y
desahuciando a inmigrantes y obreros –que aunque muchos de ellos no lo sepan,
todavía existen en España- ha llegado ya a las clases medias más acomodadas y
está causando verdaderos estragos.
Desde que
comenzara la crisis, las familias de rentas más altas han podido resistir los
malos resultados empresariales y la pérdida de empleo de uno o más miembros de
la familia durante algún tiempo, gracias a su solvencia económica o a la venta
de propiedades. Pero la duración y la profundidad de la mala situación, están
acabando por agotar sus recursos.
Como si de la
peste negra que azotó Europa en el siglo XIV se tratara, la insolvencia ha ido
llegando a todos los estamentos sociales. En sus comienzos alcanzó a los
inmigrantes, que fueron los que primero perdieron su empleo, y además, al
avalarse unos a otros, el contagio fue rápido y los desahucios llegaron
encadenados, como la caída de las fichas del dominó.
A continuación
les llegó el turno a las jóvenes parejas de nacionalidad española, que se
habían metido en la adquisición de una vivienda y que con uno o más niños
pequeños vieron como el paro atenazaba a
uno o a los dos miembros de la familia. Tiraron de lo que pudieron: subsidios, tarjetas
de crédito, amigos, familiares…al final agotaron la capacidad de generar
recursos y se encontraron desahuciados, en la calle o volviendo a vivir con
padres o familiares.
Pero no quedó
ahí la cosa ya que en muchos casos estos padres o familiares les habían avalado
la vivienda y las ejecuciones hipotecarias se cebaron en sus propiedades o
pensiones. Nuevos problemas para una
clase ya inmersa en la crisis y que ha desintegrado numerosos núcleos
familiares.
Pero la crisis
ha seguido su senda de destrucción y ya afecta a familias de rentas altas, propietarias de
empresas, propietarias de inmuebles y
viviendas, que no pueden aguantar más. Votaron
al gobierno de Rajoy, el del empleo, las pensiones, la ley, el orden, la
educación…todo lo que siempre ha esgrimido en sus idearios la clase acomodada, y
se encuentran peor que con los socialistas. Y ya no sirve seguir echándoles la
culpa.
Durante los
primeros años, y aprovechando el colchón económico que los años de bonanza les habían
proporcionado, capearon el temporal pensando que no duraría mucho, que los
problemas se cebarían en los de siempre, que para eso están, y que en breve llegaría la calma. Atrincherados
en sus casas del barrio de Salamanca o en sus chalets de Pozuelo, parecían
capaces de poder aguantar todo lo que viniera. Utilizaron bienes personales para financiar sus empresas,
porque creían en el futuro y en su proyecto vital. Hipotecaron y avalaron
operaciones de refinanciación con su vivienda, además de pedir dinero prestado
a amigos y familiares. Tenían como objetivo sacar su empresa de lo que pensaban
un bache profundo pero pasajero, y para ello cualquier financiación les valía,
aún las más caras. Pero ahora la persistencia de la crisis y la caída del consumo se han llevado su negocio
por delante y con él su vivienda, que
debido a la devaluación del inmobiliario ya no es capaz de aguantar tanta
hipoteca. Ahora les ha llegado el
momento de enfrentarse a un proceso de penurias para el que no están preparados, para el
que no les quedan fuerzas y que además no entienden. Ello sin contar con que no
encuentran tampoco ningún empleo en el maltrecho por no decir inexistente
mercado laboral español. Es la crisis vergonzante. Es la deuda que les
esclaviza también.
Quedan ya sólo
dos años para las próximas elecciones legislativas y ni al Gobierno del PP ni al
PSOE les interesa ningún adelanto electoral. Al primero, porque tiene que
empezar a vendernos su incipiente recuperación económica echando todo tipo de
campanas al vuelo, y al segundo, porque tiene tales expectativas electorales que mejor seguir esperando, por si
llega algún milagro que supere al de Bárcenas.
Pero para que
el PP nos consiga vender sus “brotes verdes”, y sus votantes perciban algo de
felicidad en medio de la esclavitud, hacen falta tiempo y que el paro comience a descender sin
trampas. Que eliminar a parados de las listas o seguir aumentando el empleo con
los precarios contratos que defiende y practica la CEOE, no van a ayudar en
nada ni a la economía nacional ni a su electorado. Tiene que bajar el paro, con empleo estable, en
más de un millón de personas para que la economía de las familias, esa que
preocupaba al PP en la época de Zapatero, comience a mejorar. Y si la economía
de las familias mejora, también lo hará el consumo y con él las medianas y
pequeñas empresas de los electores populares.
¿Sucederá esto en los dos años que quedan de legislatura? Yo creo que
no.
Por si fuera
poco para este desbarajuste reinante en las bases votantes peperas, llega la
Unión Europea y les echa abajo la doctrina Parot, en la que tanto hincapié
habían hecho y merced a la cual tantos votos habían cosechado. Todos podemos
recordar a Rajoy encabezando las manifestaciones e increpando al Gobierno
socialista por sus negociaciones con ETA; ahora las tornas han cambiado, ya no está en las manifestaciones, y esos
mismos que le jaleaban y le dieron sus votos, le acusan de traidor. Todo se le
está torciendo al PP, y parece que no va a ser suficiente con que algunos de
sus más señalados próceres asistan a la manifestación de la AVT, para que no se
les inculpe de la situación y se les exijan medidas. Medidas poco factibles ya
que significarían no aceptar las doctrinas del Tribunal de Derechos Humanos con
todo lo que ello implica. Y es que si estamos en Europa estamos para todo y no ”a
la carta”.
La AVT está
mordiendo la mano que otrora le dio de comer, arrinconando al PP con argumentos
tan poco democráticos, como acusar de ser cómplices de los etarras a aquellos
que asuman la decisión del Tribunal de Estrasburgo, o que tan sólo se puede
estar con las víctimas o con los etarras. Las víctimas de unos asesinos son
siempre respetables y su voz debe ser escuchada y tenida en cuenta, pero de ahí
a que puedan dirigir la política judicial y legislativa de un país hay un abismo. Sobre todo cuando se entiende que las asociaciones de víctimas del terrorismo son sólo eso, asociaciones de matiz político y que no agrupan, ni mucho menos, a todos los afectados.
Y
mientras todo esto sucede con el PP, el PSOE de Rubalcaba continúa con su
encefalograma plano, en una carrera cuesta abajo desesperante y que está
teniendo ya consecuencias fatales para el país. Por el bien de todos, por
responsabilidad democrática y urgencia nacional, deben dar paso a ese líder
sólido que todos, hasta el PP, necesitamos. ¿O es que no existe en la
izquierda?
Eduardo
Lizarraga
Manzanares
el Real, octubre de 2013-10-28