Pues ya
es otra vez jueves, y me estremezco; no sé por qué este día de la semana me
produce tal desazón. Tal vez, porque es víspera de viernes, y de Consejo de Ministros. Y
me entra una congoja ya conocida, porque no sé qué es lo que me recortarán
mañana. Si va a ser en Sanidad –y se me agudiza una tos extraña que mantengo
desde hace unos días-; o va a ser en Educación –y entonces veo todos los chicos
parados, de veintitantos años, que dejaron la escuela por las promesas del
ladrillo-; Gallardón, nuevo Ministro de Justicia –o lo que sea- ya me ha dicho
que la Justicia sólo será para los ricos, así que no espero más sorpresas por
ese lado. El alcalde de Madrid –¡huy! perdón, que ahora es alcaldesa- ya me ha
anunciado que me sube el derecho a aparcar; el de Fomento, que tendré que pagar
para irme a la república del Bidasoa por carretera, y en cambio Esperanza me
explica que podré jugar todo lo que quiera en Las Vegas, sin necesidad de coger
el avión a Nevada. Podré jugar, eso sí, pero mientras tanto me congelan el
salario mínimo, con lo cual lo de jugar poco.
Con
esto de los recortes, como diría Encanna, “es que se me abren las carnes”,
porque puestos a recortar, a mí también me gustaría darle a la tijera; que tiene
que dar siete gustos recortar el IVA – de momento se mantiene como está, pero
ya veremos-, recortar el IRPF, recortar el IBI, recortar la ORA (OTA para los
que estáis allí), recortarle un trajecito a Camps… pero me dicen que no, que no
va a poder ser. Que precisamente en estos sitios en dónde me apetece recortar es
dónde me van a poner “un poco más de esfuerzo para todos”. Porque del discurso
aquel de “hay que bajar los impuestos para que disminuya el desempleo” ya sólo
nos acordamos los que no votamos PP y a los que aún no nos ha atacado el
alzheimer.
Pues
entonces, como no me dejan recortar donde yo quiero, y algo tendré que hacer,
porque también me han recortado el sueldo, pues voy a recortar en vacaciones
–en lugar de los quince días de hace dos años y de la semana del año pasado,
ahora me iré tres días, y a algún sitio cercano para no gastar mucho –Alpedrete
o Vera de Bidasoa dependiendo de dónde esté-, y con las latas de Litoral para
ahorrar en restaurantes, y con un botijo, “high capacity” para prescindir, muy
a mi pesar del vino “viene la vida”. De ropitas y zapatitos ¡para qué hablar!
cambiaré el fondo del armario a la zona delantera y en unos meses invertiré la
posición para volver a empezar después. Y por supuesto me convertiré en
adorador fiel de la nueva religión “hágaselo todo usted mismo”, que creo que va
a ser la mayoritaria en éste país en unos meses, sino lo es ya.
¿Y con
todo esto qué va a pasar? Pues yo soy más de Soros que de Merkel y creo que con
ésta caída del consumo, que ya se da y que se agudizará más, vamos a profundizar en
la crisis, destrozar el poco empleo que queda y
convertiremos, no sólo España, sino también Europa en un erial. ¿Y qué
porque creo poco en Merkel?, porque me parece muy ortodoxa, poco imaginativa
–no hay más que mirar que de su modelo de ropón sólo cambia el color- y muy
dada a “Deutschland über alles”; que es lo que está pasando ahora mismo, que Alemania está de cine gracias a que los
demás pagamos unos costes financieros de aúpa. Y lo peor es que nadie le dice
nada, Rajoy el primero; como dice el
refrán en euskera “Etxean otxoa eta kalean uxoa”, es decir, bramo mucho en
casa, tipo “sujetarme que me la como” y cuando llego a su reverenda presencia
me calló como una p…. y me pongo las rodilleras. En fin, que no, que no lo veo.
Y digo
yo, -que aunque a mi me resulta obvio, tal vez otros no lo vean- que esta crisis,
o lo que sea este merdé que sufrimos, lo volvemos a pagar otra vez los de
siempre.
Los ricos españoles, que acumulan un
patrimonio superior a los 37.700 millones de euros, están encantados con el
cambio político, porque ninguna de las medidas tomadas hasta ahora por el
gobierno PP les afecta, y si el año pasado ganaron un 6% más que el anterior, lo de este año puede ser de
récord. El ministro De Guindos llegó a decir, en el colmo de la desfachatez
para alguien que conoce la situación, que con
la subida del IRPF se “pedía un esfuerzo a los más pudientes de la
sociedad”, jajajajajaja, que me atraganto; a lo más pudientes el IRPF se la
trae al pairo, lo que verdaderamente les importunaría sería que se metiera la
tijera a las SICAV. Y por si alguno no lo
sabe, estos ricos, a los que no preocupa nada el IRPF, pero nada, que ellos son ricos y a mucha honra,
se han negado a pagar más impuestos en ésta época de crisis. Y estoy seguro que
muchos diréis conmigo “Yo también me niego a pagar más impuestos”; pues se lo
podemos decir al maestro armero y a San Nicolás que está en los cielos, porque
no nos va a servir de nada; nosotros no somos ricos.
Lo malo
de todo el discurso de los recortes y congelaciones, esos que siempre nos
afectan a los mismos, es que todavía no
he oído hablar de los otros recortes. Yo quiero que se le recorte el sueldo a
Rodrigo Rato, que el año pasado cobró 2,34 millones de euros, más
variable. Y también a Isabel Carrasco,
presidenta de la Diputación de León, que con 13 cargos en su haber supera los
200.000 euros entre sueldos y dietas. Y
también a José Luis Olivas, expresidente del PP de Valencia –que ya se ha
puesto en los mapas- y que ganó 1,6 millones
como presidente del quebrado Banco de Valencia, quebrado gracias a su
gloriosa gestión. Y a Agustín González, presidente de la Diputación de Ávila,
también con 13 cargos – ni su amiga Isabel Carrasco ni él deben ser
supersticiosos para eso de la pasta- , y
que se llevó 224.000 euros por un “trabajito” a tiempo parcial en Bankia y Caja
Ávila. Y al exministro Ángel Acebes, que
a la vez que diputado, trabaja en una filial de Bankia por 163.000 euros. Y qué
decir de Cospedal, con sus múltiples empleos y un sueldo total de más de
350.000 euros. O el mismo presidente del Gobierno, que sigue manteniendo su
plaza de registrador de la propiedad en Santa Pola, y cobrando por ello. ¡Jopé!
¿Es que no se van a tijeretear un poquito? ¿Aunque sea por estética?
También
podemos hablar, aunque ya sé que aquí los callos son muchos y de todos los
colores, del insoportable gasto que la estructura autonómica y municipal supone
para todos nosotros. Que sí, que sí, que la pagamos todos y se benefician unos
pocos. Porque tenemos un tamaño de Estado que ya no podemos permitirnos y que,
además, facilita el expolio y la corrupción. Nada menos que 17 autonomías y dos
ciudades autónomas; más de 8.000 ayuntamientos, más de 4.000 empresas públicas y un ingente
número de enchufados, colocados a dedo, que quitan el trabajo a los que lo
merecen. Y está claro que no van a ser los políticos, que son los beneficiarios
primeros de éste estado de cosas, los que van a desmontar la estructura. Al menos
los políticos que tenemos en éstos momentos.
El
despilfarro es mayúsculo allá donde se mire, por poner un ejemplo, la alcaldesa
de Madrid dispone de 1500 asesores elegidos a dedo y 137 vehículos oficiales,
lo que se compadece poco con ser el ayuntamiento más endeudado de España. La Comunidad Valenciana, que tiene el récord
de endeudamiento/PIB, debe más de 16.000 millones, con unos ingresos de 12.000
y pretende ahorrar con subidas de impuestos¿?, reducción de gastos sanitarios y
salarios, unos 1.000 millones. ¿Y los 3.000 restantes? ¿Se va a recortar el
despilfarro en coches oficiales, embajadas, empresas públicas y fastuosidades
varias…? Pues no.
Las
distintas administraciones deben más de 70.000 millones a proveedores y han
conseguido cerrar miles de pymes y aniquilado decenas de miles de autónomos.
Pero ellos, los políticos, siempre se han llevado lo suyo, y a veces más.
Pudiera
ser que el despilfarro de este “macroestado” superara los 120.000 millones de
euros, sin contar los costes, que nunca conoceremos, de la corrupción y de las
ayudas a Cajas de Ahorros gestionadas por y con intereses políticos. Hagamos cuentas y veamos si nos podemos
permitir tirar todo este dinero por un lado y que nos metan la tijera, con
alegría y regocijo, por otro; por el de la Sanidad, la Educación, la Justicia…
aderezándolo todo, eso sí, con subidas
variadas de impuestos.
Y menos
mal que, de momento, el IVA, el impuesto
sobre el Patrimonio, los impuestos especiales sobre hidrocarburos, alcohol y
tabaco, y alguna otra cosilla, que se le ocurra a alguna mente lúcida y
retorcida, no lo van a subir hasta después de las elecciones andaluzas. Que Arenas Bocanegra quiere su baronía y hay
que darle el capricho.
Creo
que hay que hablar de esto, y si de verdad vemos que preferimos tener nuestro
estado de bienestar a un” macroestado” para uso y disfrute de políticos de toda
laya, forzar la convocatoria de un referéndum que diga que tipo de Estado
queremos.
Eduardo
Lizarraga
Enero
de 2012 (jueves)