Escuchaba por televisión el pasado fin de semana una intervención del candidato por Andalucía, Arenas Bocanegra; con cara seria y gesto adusto nos anunciaba que la fiesta se había acabado y que ahora tocaba pagarla, y lo decía en la distancia, como si él mismo hubiera estado ausente del jolgorio. Nada nuevo en un discurso, el del PP, que se repite desde hace unos meses. Todos conocemos esa realidad, algunos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, otros han ganado dinero con la situación y ahora toca apretarse el cinturón. Y sin embargo creo que se debe profundizar en el comentario del candidato, que espero vuelva a serlo en las próximas elecciones.
A la hora de pagar algo en grupo siempre pasa lo mismo. Unos pagan más, los hay que pagan menos y también están los que no pagan. Ya no es que el que ha cenado angulas pague a escote con los demás, incluyendo al que por estar a dieta tomó una tortilla a la francesa y un vaso de agua, no, es que pudiera ser que los que han estado con barra libre en la fiesta se vayan sin pagar y se cotice a escote entre los que permanezcan en el local y algún involuntario que pase por la calle en ese momento.
Y mucho me temo que con los datos en la mano, los que nos están proporcionando todos los días las autonomías gobernadas por el PP, se vaya a lo fácil. A que algunos no paguen y a que el resto paguemos a escote. Y esto es lo fácil de hacer, además de lo injusto. Porque, si no nos hemos beneficiado de la misma manera en las vacas gordas ¿por qué vamos a pagar a medias cuando llegan las flacas? No será más justo que se establezcan algunos baremos como el de acumulación de patrimonio o su incremento durante los años de bonanza para adjudicar a cada uno un pago justo. Ya se que puede no ser fácil el establecimiento de esos ratios, pero ¡demonio!, que los empleados públicos, tanto fijos como de cuatro años de contrato, piensen y se ganen el sueldo.
Resulta curioso observar,aunque previsible,que sean dos de los principales pilares del bienestar, Educación y Sanidad, los que han comenzado a rebajar los políticos del PP recién ascendidos a gobernantes autonómicos. Parece como si a ellos y a los suyos no les afectara la medida. Está claro que a Cospedal, que gobierna ahora en Castilla la Mancha –nuevo cargo, nuevo sueldo ¿cuántos van?- ni la rebaja en la gratuidad de la enseñanza, ni en la sanidad pueden afectarle mucho. Tampoco en Cataluña están las cosas mejor, aunque claro, vuelve a ser la derecha la que gobierna, dispuesta a reducir el presupuesto sanitario pero no a hacer lo mismo con el programa de inmersión lingüística. ¿Qué opinaran los que han votado tanto a PP como a CIU? Y no sólo allí, sino en Baleares, Extremadura, Aragón…
En este punto podemos hablar de la pérdida de conciencia de clase que han traído consigo todos estos años de lenta mejoría económica, desde el fin de la dictadura franquista hasta nuestros días. A la fiesta que menciona Arenas no sólo hemos ido a comer y a beber, sino que hemos abandonado el traje de pana, el jersey casero y las Panter, y nos hemos puesto los vaqueros de marca y los Martinelli. La clase obrera ha desaparecido y en su lugar queda una ampliada clase media, desideologizada y consumista, que va a ser la pagana de la fiesta. Y ya se está comenzando a dar cuenta de la factura, aunque pudiera ser que algo tarde porque su voto se ha ido o se irá al PP que, en esta ocasión, con programas y mensajes vergonzosos, ha ganado la batalla de la comunicación.
¿Que el PSOE ha hecho mal las cosas?, no seré yo quien lo discuta; su actuación me recuerda a la franquista en 1973 con la primera crisis del petróleo. Se negó la crisis, se protegió el precio de los carburantes y se nos metió de hoz y coz en un marasmo económico que duró años. Algo similar ha sido la actuación de Zapatero negando la crisis económica y no sabiendo ver su importancia para nuestro país. O no quería escuchar a nadie o sus asesores estaban pagados por Génova, porque desde luego, peor imposible. Perdió los ayuntamientos, perdió las autonomías y ahora perderá el Gobierno de la nación. Vamos a una refundación del partido, lo que no está mal si desaparecen las aidos, pajines y otros especímenes del aparato, aunque espero que queden algunas cabezas pensantes, porque inmolarse alrededor del candidato Rubalcaba, aunque honorable, no lo veo muy inteligente.
Casi con seguridad, con el resultado de las próximas elecciones generales perderemos lo poco que habíamos obtenido de estado del bienestar europeo. Sanidad, Educación, prestaciones sociales, derechos laborales, derechos sindicales… y ya veremos qué más, van a ser sacrificados por el PP en aras de una recuperación económica que tan sólo se producirá en consonancia con la situación de nuestro entorno. Y culpando, eso si, de todo a Zapatero, al PSOE y a la herencia recibida. Y lo harán,lo están haciendo ya, durante esta legislatura que se iniciará en unos meses y durante la siguiente si les dejamos.
Los perjudicados vamos a ser todos los que hemos estado en la fiesta, pero a régimen. Y los beneficiados la banca, las grandes empresas, los empresarios y todos aquellos que sustituirán los servicios ofrecidos hasta ahora por el estado del bienestar, por otros pagados al contado. Asi dispondremos de menos dinero y nos sablearán con los mismos impuestos o más… ¿Hemos votado o votaremos eso?
No espero más que estulticia de la masa aborregada, asustada y apesebrada en la que nos han convertido treinta años de molicie intelectual. Al menos no en el breve espacio de tiempo que resta hasta la elecciones. Pero espero que la conciencia social dormida se despierte ante las agresiones que vamos a recibir a partir de enero y que cuando vengan a buscar al amigo o al vecino de enfrente no dejemos que se lo lleven, porque los siguientes podremos ser nosotros.
Que lo que comieron angulas, bebieron reserva y se tomaron un armagnac paguen lo que se llevaron; eso es lo justo y no que se lleven por delante la casa del parado, el colegio de sus hijos y el hospital de su madre. Pero seguro que aún no estamos preparados para despertarnos.
Blog de opinión política y relatos más o menos cortos. La sostenibilidad y el medio ambiente también tendrán su espacio. Te invito a que me des tu opinión y te contestaré.
viernes, 7 de octubre de 2011
miércoles, 5 de octubre de 2011
Adaptarse al medio
Todos los “millones” de espectadores, que vemos a diario los documentales de la 2, estamos cansados de oír eso de que son las especies que se adaptan al medio las que sobreviven. Que cuando cambian las condiciones ambientales y aumenta el frío o disminuye la cantidad de alimento algunas especies emigran, las hay que desaparecen y otras se adaptan y prosperan. Pues algo parecido es lo que está sucediendo en nuestro país. Las condiciones han cambiado en estos tres últimos años, y parece que todo va a seguir en la misma línea de empeoramiento, por lo que sólo podemos emigrar, adaptarnos o desaparecer. La primavera no va a volver antes de tiempo.
Nos enfrentamos a una crisis de recursos; el primero el dinero y a continuación la alimentación, la energía y el agua. Debemos volver a aprender a vivir con menos, como lo hicieron en su momento nuestros padres y abuelos, y a limitar el tamaño de muchos de los bienes de que disfrutamos, a saber casas, coches y hasta televisores. Tenemos que consumir menos, sobre todo de los recursos que están escaseando, es decir, dinero, alimentos, energía y agua. Ya se que este concepto de gastar menos va en contra de los que defienden la necesidad del crecimiento económico constante para que todo funcione, pero tal vez haya llegado el momento de decir basta al crecimiento y buscar otras soluciones. La fiesta dura desde mediados de los 90 y debemos de comprender que ya se han apagado las luces y toca rascarse el bolsillo para pagar.
¿Cuántos metros cuadrados de casa necesita una persona para vivir? ¿Cuántos cms3 necesita un coche para funcionar lo suficiente? ¿Necesitamos tres o cuatro coches por familia? ¿Y cuatro televisores? ¿Hay que comprar ropa todas las temporadas y estar a la moda? ¿Es necesario comer o cenar en los restaurantes para ser felices? ¿El que algo sea viejo o esté anticuado obliga a que lo sustituyamos aunque funcione correctamente?
Hay que responderse a estas preguntas y a unas cuantas más, y seguro que a todas las que planteemos la respuesta será la misma: que necesitamos muchas menos cosas de las que creemos para vivir bien. Otra cosa es que los especialistas en vender intenten crearnos la necesidad y que casi siempre lo consigan.
Tenemos casi cinco millones de personas en el paro, los sueldos o bajan o se estancan, debemos una escalofriante cantidad de dinero como país y solo saldremos de esta si somos capaces de sobrevivir con menos y ahorrar más. Debemos hacer de la necesidad virtud y ser imaginativos, en lugar de derrochadores, a la hora de enfrentarnos al día a día. La comodidad debe, además, dejar paso a la economía.
Los hipermercados, que llevan con nosotros poco más de treinta años, no son la solución más barata a la compra alimentaria. Basan su atractivo en el establecimiento de unos precios reclamo en productos básicos, como son la leche y el aceite, pero luego tienen el mismo precio o son más caros que las tiendas de barrio. Y ya en el caso de las frutas y verduras la diferencia puede resultar escandalosa. Además suelen estar situados en el extrarradio y siempre debemos utilizar el vehículo propio para poder acercarnos a ellos. No son la solución más económica, tal vez la más cómoda, pero en una situación de crisis como en la que estamos desenvolviéndonos no son sostenibles, ni por lo que consumen en recursos, ni por el empleo que generan, ni por lo que nos hacen gastar.
Los bancos y cajas de ahorro también están notando la crisis; sus aventuras inmobiliarias, de las que están saliendo con el dinero de todos, haciendo realidad el viejo axioma de “socialicemos las pérdidas pero no los beneficios” y la caída de su principal negocio, la venta de dinero, basada en la concesión de hipotecas y créditos al consumo, están haciendo una buena mella en sus cuentas de resultados. Su solución es sencilla, nos están subiendo y seguirán haciéndolo, todas las comisiones por los servicios que hasta ahora nos prestaban gratis, a cambio de tener nuestro dinero. Hay que contabilizar este coste en comisiones diversas y cerrar un buen número de cuentas inútiles y que solo nos cuestan dinero. Concentrar todo lo posible en una única cuenta y negociar el precio de las comisiones, que sí se puede hacer, aunque se obstinen en decirnos lo contrario.
Se avecina una nueva privatización de servicios, como puede ser la venta del Canal de Isabel II en Madrid, algunos tramos de la Sanidad y otros de la Educación. De nuevo vamos a volver a pagar los de siempre y sin devolución alguna. Porque, aunque las administraciones autonómicas o estatal cuando le toque el turno, eliminen algún coste de estos servicios al privatizarlos, nosotros vamos a pagarlos en directa y no nos van a bajar los impuestos en la parte proporcional al ahorro conseguido, porque ese dinero ya se lo han gastado. Es decir, pagaremos dos veces.
Y en cuanto a la venta en Madrid del Canal de Isabel II, para el que Esperanza Aguirre, por razones obvias, está buscando otro posible comprador que no sea Aguas de Barcelona, los madrileños se pueden ver privados de unos de sus bienes más preciados y que hasta el momento en que se comenzó a preparar la venta ofrecía un muy buen servicio a todos sus usuarios. Ahora ya no tanto porque hay que subir su EBITDA como sea. Y aunque el agua es un bien de todos, cuando su gestión sea privada, entrará en conflicto la calidad y la garantía de abastecimiento con el coste, y unas tendrán que bajar y otro subir para que los beneficios se incrementen. Nuevo incremento de precio, y por lo tanto rapiña a nuestro bolsillo, en algo tan básico como es el agua.
Y la energía no le va a ir a la zaga; aunque se hayan estancado sus tarifas hasta fin de año, por razones electoralistas y de control de precios, debemos ir preparándonos porque subirán de nuevo el año que viene. Y no de una manera contenida. La liberalización del mercado energético que traería, eso nos dijeron, una libre competencia en la política de precios, es una cuchufleta que nos vendieron de forma interesada. Todos sabemos lo que nos ha subido el recibo de la luz en estos dos últimos años, y las prebendas que ha conseguido el sector del Ministerio de Industria, que han sido muchas, no han ido en beneficio del consumidor. Preparemos más dinero para la electricidad. ¿Cómo vamos a poder ahorrar?
Tenemos que consumir menos, ahorrar más y también, hay que volver a decirlo, ser más eficientes en nuestros trabajos. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, permanecer más horas en la oficina o fábrica, que estamos a la cabeza de Europa en horas trabajadas y a la cola en competitividad conseguida. Tal vez sea ahora el momento de normalizar nuestros horarios que cada vez son más disparatados. Y para ello hace falta un gran pacto con múltiples intervinientes; patronal y sindicatos por un lado, administraciones por otro, y hasta las televisiones deberán comprometerse para acabar sus programas de máxima audiencia antes de las once de la noche. Debemos ajustar nuestros horarios a los del resto de nuestros vecinos porque cada día se están distanciando más y esa puede ser una de las razones, seguro que hay muchas más, de nuestra falta de competitividad.
Todos debemos hacer un análisis de cuáles son nuestros recursos y cómo podemos hacer, no sólo para que sean suficientes, sino para poder ahorrarlos en lo posible y salir de la crisis adaptándonos a ella. Casas y coches grandes que pueden compartirse, mayor eficiencia energética en los hogares, comunidades de compradores para bajar los precios, movilizaciones para impedir el desmantelamiento de los servicios públicos y, por lo tanto, una duplicidad en sus costes, participación en bancos de tiempo, intercambios de bienes y servicios, vuelta a mirar las estructuras tradicionales de la familia como organización social… cada uno de nosotros debe saber hasta donde va a tener que llegar para pasar los tres años de crisis, como poco, que nos quedan. Hay que adaptarse para sobrevivir y lo dicho antes, hacer de la necesidad virtud.
Eduardo Lizarraga
5 de Octubre 2011
Nos enfrentamos a una crisis de recursos; el primero el dinero y a continuación la alimentación, la energía y el agua. Debemos volver a aprender a vivir con menos, como lo hicieron en su momento nuestros padres y abuelos, y a limitar el tamaño de muchos de los bienes de que disfrutamos, a saber casas, coches y hasta televisores. Tenemos que consumir menos, sobre todo de los recursos que están escaseando, es decir, dinero, alimentos, energía y agua. Ya se que este concepto de gastar menos va en contra de los que defienden la necesidad del crecimiento económico constante para que todo funcione, pero tal vez haya llegado el momento de decir basta al crecimiento y buscar otras soluciones. La fiesta dura desde mediados de los 90 y debemos de comprender que ya se han apagado las luces y toca rascarse el bolsillo para pagar.
¿Cuántos metros cuadrados de casa necesita una persona para vivir? ¿Cuántos cms3 necesita un coche para funcionar lo suficiente? ¿Necesitamos tres o cuatro coches por familia? ¿Y cuatro televisores? ¿Hay que comprar ropa todas las temporadas y estar a la moda? ¿Es necesario comer o cenar en los restaurantes para ser felices? ¿El que algo sea viejo o esté anticuado obliga a que lo sustituyamos aunque funcione correctamente?
Hay que responderse a estas preguntas y a unas cuantas más, y seguro que a todas las que planteemos la respuesta será la misma: que necesitamos muchas menos cosas de las que creemos para vivir bien. Otra cosa es que los especialistas en vender intenten crearnos la necesidad y que casi siempre lo consigan.
Tenemos casi cinco millones de personas en el paro, los sueldos o bajan o se estancan, debemos una escalofriante cantidad de dinero como país y solo saldremos de esta si somos capaces de sobrevivir con menos y ahorrar más. Debemos hacer de la necesidad virtud y ser imaginativos, en lugar de derrochadores, a la hora de enfrentarnos al día a día. La comodidad debe, además, dejar paso a la economía.
Los hipermercados, que llevan con nosotros poco más de treinta años, no son la solución más barata a la compra alimentaria. Basan su atractivo en el establecimiento de unos precios reclamo en productos básicos, como son la leche y el aceite, pero luego tienen el mismo precio o son más caros que las tiendas de barrio. Y ya en el caso de las frutas y verduras la diferencia puede resultar escandalosa. Además suelen estar situados en el extrarradio y siempre debemos utilizar el vehículo propio para poder acercarnos a ellos. No son la solución más económica, tal vez la más cómoda, pero en una situación de crisis como en la que estamos desenvolviéndonos no son sostenibles, ni por lo que consumen en recursos, ni por el empleo que generan, ni por lo que nos hacen gastar.
Los bancos y cajas de ahorro también están notando la crisis; sus aventuras inmobiliarias, de las que están saliendo con el dinero de todos, haciendo realidad el viejo axioma de “socialicemos las pérdidas pero no los beneficios” y la caída de su principal negocio, la venta de dinero, basada en la concesión de hipotecas y créditos al consumo, están haciendo una buena mella en sus cuentas de resultados. Su solución es sencilla, nos están subiendo y seguirán haciéndolo, todas las comisiones por los servicios que hasta ahora nos prestaban gratis, a cambio de tener nuestro dinero. Hay que contabilizar este coste en comisiones diversas y cerrar un buen número de cuentas inútiles y que solo nos cuestan dinero. Concentrar todo lo posible en una única cuenta y negociar el precio de las comisiones, que sí se puede hacer, aunque se obstinen en decirnos lo contrario.
Se avecina una nueva privatización de servicios, como puede ser la venta del Canal de Isabel II en Madrid, algunos tramos de la Sanidad y otros de la Educación. De nuevo vamos a volver a pagar los de siempre y sin devolución alguna. Porque, aunque las administraciones autonómicas o estatal cuando le toque el turno, eliminen algún coste de estos servicios al privatizarlos, nosotros vamos a pagarlos en directa y no nos van a bajar los impuestos en la parte proporcional al ahorro conseguido, porque ese dinero ya se lo han gastado. Es decir, pagaremos dos veces.
Y en cuanto a la venta en Madrid del Canal de Isabel II, para el que Esperanza Aguirre, por razones obvias, está buscando otro posible comprador que no sea Aguas de Barcelona, los madrileños se pueden ver privados de unos de sus bienes más preciados y que hasta el momento en que se comenzó a preparar la venta ofrecía un muy buen servicio a todos sus usuarios. Ahora ya no tanto porque hay que subir su EBITDA como sea. Y aunque el agua es un bien de todos, cuando su gestión sea privada, entrará en conflicto la calidad y la garantía de abastecimiento con el coste, y unas tendrán que bajar y otro subir para que los beneficios se incrementen. Nuevo incremento de precio, y por lo tanto rapiña a nuestro bolsillo, en algo tan básico como es el agua.
Y la energía no le va a ir a la zaga; aunque se hayan estancado sus tarifas hasta fin de año, por razones electoralistas y de control de precios, debemos ir preparándonos porque subirán de nuevo el año que viene. Y no de una manera contenida. La liberalización del mercado energético que traería, eso nos dijeron, una libre competencia en la política de precios, es una cuchufleta que nos vendieron de forma interesada. Todos sabemos lo que nos ha subido el recibo de la luz en estos dos últimos años, y las prebendas que ha conseguido el sector del Ministerio de Industria, que han sido muchas, no han ido en beneficio del consumidor. Preparemos más dinero para la electricidad. ¿Cómo vamos a poder ahorrar?
Tenemos que consumir menos, ahorrar más y también, hay que volver a decirlo, ser más eficientes en nuestros trabajos. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, permanecer más horas en la oficina o fábrica, que estamos a la cabeza de Europa en horas trabajadas y a la cola en competitividad conseguida. Tal vez sea ahora el momento de normalizar nuestros horarios que cada vez son más disparatados. Y para ello hace falta un gran pacto con múltiples intervinientes; patronal y sindicatos por un lado, administraciones por otro, y hasta las televisiones deberán comprometerse para acabar sus programas de máxima audiencia antes de las once de la noche. Debemos ajustar nuestros horarios a los del resto de nuestros vecinos porque cada día se están distanciando más y esa puede ser una de las razones, seguro que hay muchas más, de nuestra falta de competitividad.
Todos debemos hacer un análisis de cuáles son nuestros recursos y cómo podemos hacer, no sólo para que sean suficientes, sino para poder ahorrarlos en lo posible y salir de la crisis adaptándonos a ella. Casas y coches grandes que pueden compartirse, mayor eficiencia energética en los hogares, comunidades de compradores para bajar los precios, movilizaciones para impedir el desmantelamiento de los servicios públicos y, por lo tanto, una duplicidad en sus costes, participación en bancos de tiempo, intercambios de bienes y servicios, vuelta a mirar las estructuras tradicionales de la familia como organización social… cada uno de nosotros debe saber hasta donde va a tener que llegar para pasar los tres años de crisis, como poco, que nos quedan. Hay que adaptarse para sobrevivir y lo dicho antes, hacer de la necesidad virtud.
Eduardo Lizarraga
5 de Octubre 2011
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