miércoles, 5 de octubre de 2011

Adaptarse al medio

Todos los “millones” de espectadores, que vemos a diario los documentales de la 2, estamos cansados de oír eso de que son las especies que se adaptan al medio las que sobreviven. Que cuando cambian las condiciones ambientales y aumenta el frío o disminuye la cantidad de alimento algunas especies emigran, las hay que desaparecen y otras se adaptan y prosperan. Pues algo parecido es lo que está sucediendo en nuestro país. Las condiciones han cambiado en estos tres últimos años, y parece que todo va a seguir en la misma línea de empeoramiento, por lo que sólo podemos emigrar, adaptarnos o desaparecer. La primavera no va a volver antes de tiempo.

Nos enfrentamos a una crisis de recursos; el primero el dinero y a continuación la alimentación, la energía y el agua. Debemos volver a aprender a vivir con menos, como lo hicieron en su momento nuestros padres y abuelos, y a limitar el tamaño de muchos de los bienes de que disfrutamos, a saber casas, coches y hasta televisores. Tenemos que consumir menos, sobre todo de los recursos que están escaseando, es decir, dinero, alimentos, energía y agua. Ya se que este concepto de gastar menos va en contra de los que defienden la necesidad del crecimiento económico constante para que todo funcione, pero tal vez haya llegado el momento de decir basta al crecimiento y buscar otras soluciones. La fiesta dura desde mediados de los 90 y debemos de comprender que ya se han apagado las luces y toca rascarse el bolsillo para pagar.

¿Cuántos metros cuadrados de casa necesita una persona para vivir? ¿Cuántos cms3 necesita un coche para funcionar lo suficiente? ¿Necesitamos tres o cuatro coches por familia? ¿Y cuatro televisores? ¿Hay que comprar ropa todas las temporadas y estar a la moda? ¿Es necesario comer o cenar en los restaurantes para ser felices? ¿El que algo sea viejo o esté anticuado obliga a que lo sustituyamos aunque funcione correctamente?
Hay que responderse a estas preguntas y a unas cuantas más, y seguro que a todas las que planteemos la respuesta será la misma: que necesitamos muchas menos cosas de las que creemos para vivir bien. Otra cosa es que los especialistas en vender intenten crearnos la necesidad y que casi siempre lo consigan.

Tenemos casi cinco millones de personas en el paro, los sueldos o bajan o se estancan, debemos una escalofriante cantidad de dinero como país y solo saldremos de esta si somos capaces de sobrevivir con menos y ahorrar más. Debemos hacer de la necesidad virtud y ser imaginativos, en lugar de derrochadores, a la hora de enfrentarnos al día a día. La comodidad debe, además, dejar paso a la economía.

Los hipermercados, que llevan con nosotros poco más de treinta años, no son la solución más barata a la compra alimentaria. Basan su atractivo en el establecimiento de unos precios reclamo en productos básicos, como son la leche y el aceite, pero luego tienen el mismo precio o son más caros que las tiendas de barrio. Y ya en el caso de las frutas y verduras la diferencia puede resultar escandalosa. Además suelen estar situados en el extrarradio y siempre debemos utilizar el vehículo propio para poder acercarnos a ellos. No son la solución más económica, tal vez la más cómoda, pero en una situación de crisis como en la que estamos desenvolviéndonos no son sostenibles, ni por lo que consumen en recursos, ni por el empleo que generan, ni por lo que nos hacen gastar.

Los bancos y cajas de ahorro también están notando la crisis; sus aventuras inmobiliarias, de las que están saliendo con el dinero de todos, haciendo realidad el viejo axioma de “socialicemos las pérdidas pero no los beneficios” y la caída de su principal negocio, la venta de dinero, basada en la concesión de hipotecas y créditos al consumo, están haciendo una buena mella en sus cuentas de resultados. Su solución es sencilla, nos están subiendo y seguirán haciéndolo, todas las comisiones por los servicios que hasta ahora nos prestaban gratis, a cambio de tener nuestro dinero. Hay que contabilizar este coste en comisiones diversas y cerrar un buen número de cuentas inútiles y que solo nos cuestan dinero. Concentrar todo lo posible en una única cuenta y negociar el precio de las comisiones, que sí se puede hacer, aunque se obstinen en decirnos lo contrario.

Se avecina una nueva privatización de servicios, como puede ser la venta del Canal de Isabel II en Madrid, algunos tramos de la Sanidad y otros de la Educación. De nuevo vamos a volver a pagar los de siempre y sin devolución alguna. Porque, aunque las administraciones autonómicas o estatal cuando le toque el turno, eliminen algún coste de estos servicios al privatizarlos, nosotros vamos a pagarlos en directa y no nos van a bajar los impuestos en la parte proporcional al ahorro conseguido, porque ese dinero ya se lo han gastado. Es decir, pagaremos dos veces.

Y en cuanto a la venta en Madrid del Canal de Isabel II, para el que Esperanza Aguirre, por razones obvias, está buscando otro posible comprador que no sea Aguas de Barcelona, los madrileños se pueden ver privados de unos de sus bienes más preciados y que hasta el momento en que se comenzó a preparar la venta ofrecía un muy buen servicio a todos sus usuarios. Ahora ya no tanto porque hay que subir su EBITDA como sea. Y aunque el agua es un bien de todos, cuando su gestión sea privada, entrará en conflicto la calidad y la garantía de abastecimiento con el coste, y unas tendrán que bajar y otro subir para que los beneficios se incrementen. Nuevo incremento de precio, y por lo tanto rapiña a nuestro bolsillo, en algo tan básico como es el agua.

Y la energía no le va a ir a la zaga; aunque se hayan estancado sus tarifas hasta fin de año, por razones electoralistas y de control de precios, debemos ir preparándonos porque subirán de nuevo el año que viene. Y no de una manera contenida. La liberalización del mercado energético que traería, eso nos dijeron, una libre competencia en la política de precios, es una cuchufleta que nos vendieron de forma interesada. Todos sabemos lo que nos ha subido el recibo de la luz en estos dos últimos años, y las prebendas que ha conseguido el sector del Ministerio de Industria, que han sido muchas, no han ido en beneficio del consumidor. Preparemos más dinero para la electricidad. ¿Cómo vamos a poder ahorrar?

Tenemos que consumir menos, ahorrar más y también, hay que volver a decirlo, ser más eficientes en nuestros trabajos. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, permanecer más horas en la oficina o fábrica, que estamos a la cabeza de Europa en horas trabajadas y a la cola en competitividad conseguida. Tal vez sea ahora el momento de normalizar nuestros horarios que cada vez son más disparatados. Y para ello hace falta un gran pacto con múltiples intervinientes; patronal y sindicatos por un lado, administraciones por otro, y hasta las televisiones deberán comprometerse para acabar sus programas de máxima audiencia antes de las once de la noche. Debemos ajustar nuestros horarios a los del resto de nuestros vecinos porque cada día se están distanciando más y esa puede ser una de las razones, seguro que hay muchas más, de nuestra falta de competitividad.

Todos debemos hacer un análisis de cuáles son nuestros recursos y cómo podemos hacer, no sólo para que sean suficientes, sino para poder ahorrarlos en lo posible y salir de la crisis adaptándonos a ella. Casas y coches grandes que pueden compartirse, mayor eficiencia energética en los hogares, comunidades de compradores para bajar los precios, movilizaciones para impedir el desmantelamiento de los servicios públicos y, por lo tanto, una duplicidad en sus costes, participación en bancos de tiempo, intercambios de bienes y servicios, vuelta a mirar las estructuras tradicionales de la familia como organización social… cada uno de nosotros debe saber hasta donde va a tener que llegar para pasar los tres años de crisis, como poco, que nos quedan. Hay que adaptarse para sobrevivir y lo dicho antes, hacer de la necesidad virtud.

Eduardo Lizarraga
5 de Octubre 2011

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