lunes, 31 de octubre de 2011

"Solutio finnalis" (Relato en dos folios)

Cuando me encontraron en aquella negruzca charca del desierto iraquí, todos manifestaron su extrañeza ante lo sorprendente del hallazgo. Unos meses después, ya en aquel limpio laboratorio que sería mi casa durante unos años, el profesor manifestó que yo era “una rareza genética de trazabilidad incierta”, algo entre una enzima y un liquen.

Lo cierto es que nunca me habían dicho nada parecido, es más, creo que nunca nadie había reparado en mi presencia. A lo largo de los más de 100.000 años, que recordaba haber vivido en aquel lugar, vi muchos animales. Algunos, los más incautos, se acercaban a beber, y sus huesos mondos y blanqueados por el sol mostraban, a los que llegaban después, que era mejor que se alejaran de allí. No, no morían por mi presencia, ¡yo no soy venenoso!, morían porque el agua estaba mezclada con sales, productos sulfurosos y con ese jugo negro y sabroso que la tierra libera en aquel lugar. ¿Qué os sorprende? A mi me gusta, me alimento de él; luego me enteré que se llama petróleo.


Toda mi vida la pasé en aquella charca; había épocas en que se hacía grande como un mar, pero luego llegaban otros períodos en que casi desaparecía entre las piedras. En los últimos tiempos también vi hombres; pasaron ejércitos con guerreros hacia el norte, y otros hacia el sur o el oeste; y muchas caravanas. Algunos volvieron y de otros nunca supe nada más. Del este sólo llegaban el calor y el viento.

Así, hasta que un día aparecieron Patrick Finn y sus compañeros; viajaban camino de unas ruinas cerca de Kerbala, pero se habían despistado de la ruta principal, y acamparon al lado de las grandes piedras, sobre la tumba del general asirio. Pero eso ellos no lo sabían. Como tampoco sabían, cuando tomaron unas muestras del agua fangosa de la charca, que yo me había colado dentro de sus tubos de ensayo.

- ¡¡Hey chicos –gritó Patrick- fijaros que mal aspecto tiene el agua, seguro que hay de todo en ella!

- ¡Como bebas de ahí te vas a poner más negro que un cabeza toalla! Le contestaron.

- Voy a enviar un poco a casa, lo etiquetaré como Coca Cola iraquí, -añadió Patrick con sorna.

Y así salí de allí, y llegué a manos del profesor John McCormick, un experto en biorremediación de suelos. John era la persona que más se entusiasmaba diciendo lo que algún día yo podría hacer. Patrick también estaba allí, había llegado unas semanas después que yo, para formar parte del equipo que trabajaba conmigo; había sido mi descubridor y eso le daba unos derechos que parecían importantes. También estaba entusiasmado, aunque su entusiasmo se centraba más en lo que podría obtener por mí.

Desde el comienzo descubrí que el profesor y Patrick no se llevaban bien. Discutían con frecuencia, aunque claro, como John era quien mandaba allí, a Patrick no le quedaba más remedio que obedecer. A mi me daba pena verles enfadados tan a menudo, y es que yo apreciaba a los dos. Patrick me había sacado de aquel lugar solitario, en el que muchas veces me faltaban agua o comida, y hasta me había dado su nombre, “Pat Finnalis”, me bautizó; pero John me estaba enseñando muchas cosas. A soportar el frío y el calor, el fuego, la falta de agua, o la presencia de componentes químicos y biológicos, pero sobre todo, a comer otros alimentos que no fueran petróleo. Y existen muchos; unos cuantos son líquidos, –el que más me gusta se llamaba gasoil-, pero casi todos son sólidos. De variados colores, sabores, texturas, formas… mi preferido es uno que llaman PVC, porque está salado y su sabor es muy parecido a lo que encontraba en mi charca de antaño; aunque ni los ABS, ni los polietilenos, son tampoco de despreciar.

Al principio comía despacio, porque esa había sido mi costumbre desde siempre, pero John también me enseñó a comer deprisa y a crecer mucho, estando muy satisfecho de mis progresos. Y es que era fácil, además a lo bueno es sencillo acostumbrarse. Por lo visto mi apetito podía resultar muy útil cuando el petróleo se derramaba o para eliminar plásticos que estaban viejos o inservibles. Yo me lo comía todo. Y también aprendí a moverme veloz en el agua; ya fuera líquida o en forma de vapor, podía correr y reproducirme a través suyo, a toda velocidad. Por todo esto tenían mucho cuidado conmigo y jamás me dejaban suelto, y mucho menos cerca de agua.

- Mucho cuidado con el manejo de los cultivos, decía siempre el profesor a sus ayudantes, esta sustancia cambia de forma muy rápida y nada le afecta.

En la charca, como casi nunca tenía buenas condiciones de vida, apenas si se notaba mi presencia, una tenue película grisácea que tapizaba las rocas del fondo; sin embargo ahora crecía deprisa mientras tenía comida y recubría, devorando en minutos, los plásticos o las superficies de petróleo que ponían a mi disposición. Luego, cuando acababa con la comida, lo que cada día era más rápido, aquella especie de musgo gris se secaba, y convertido en polvo orgánico volvía a la tierra, que lo utilizaba como un nutriente más. John estaba muy contento, decía que había conseguido cerrar el proceso. No se a qué se refería con exactitud, pero las discusiones entre mis dos amigos eran cada vez más fuertes y violentas. Patrick decía que yo le pertenecía, ¡como si eso pudiera ser posible!, ¡con todo lo que he aprendido!

Un día discutieron más fuerte que nunca,

- ¡Necesito más dinero! -gritaba Patrick- y lo necesito ya.

- ¡Imposible! -le contestaba John- la investigación va despacio y necesitamos estar seguros antes de divulgar el descubrimiento. Además tu trabajo está siendo muy poco satisfactorio, Patrick.

- ¡Finnalis es mía, tengo una buena oferta, y me la voy a llevar!

Llegaron a las manos y uno de los guardias de seguridad tuvo que separarles y llevarse a Patrick, bien sujeto por los brazos, afuera, gritando que quería una solución y que se acordaría de él.

- ¡Esto no quedará así John -continuaba gritando mientras se lo llevaban escaleras abajo- me las pagarás!

Pensaba que no le vería más. Pero me equivoqué. Aquella noche Patrick volvió y vació las cubetas de cristal, en las que me tenían confinado, por el desagüe; creo que una pequeña parte de mi se marchó en su bolsillo, en unos pequeños tubos, pero el resto se fue por la conducción de agua…

No les volví a ver, ni falta que hacía, ahora, gracias a ellos, tengo un mundo a mi disposición, un mundo lleno de agua y comida.

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