sábado, 20 de agosto de 2016

La debilidad en lo precios viene para quedarse



Un mes más todos los indicadores nos hablan de incrementos sustanciales en las ventas de viviendas, sobre todo en las de segunda mano, que continúan siendo la estrella. También confirman la debilidad en la venta de vivienda nueva que continúa a la baja, así como su diferencial de precios con la vivienda usada. Pero los datos generales nos indican también que los precios, pasados los primeros meses del año que tiraron hacia arriba, comienzan a mostrar signos de haber llegado a su máximo incremento anual, con descensos o estancamiento casi generales en los últimos datos.

Y es que casi todos los expertos continúan sin percibir mejoría en los precios de la vivienda residencial, salvo excepciones en zonas privilegiadas de las grandes ciudades, Madrid y Barcelona principalmente y poblaciones muy exclusivas de la costa mediterránea e islas. A lo que parece, la subida de precios del 5% registrado en los seis primeros meses del año no va a consolidarse y vamos hacia un mercado débil, con incrementos de precios en línea con el PIB, que se situará alrededor del 2% anual.

Está claro que la oferta aún supera muy ampliamente a la demanda, incluso con una demanda surgente que se ha pasado siete años embalsada y que está saliendo al calor de una política bancaria menos exigente con las hipotecas y un euríbor muy favorecedor. Y esta amplia demanda embalsada puede ser la causa del incremento de precios de estos primeros meses, con un efecto que no va mucho más allá.

Pero la razón fundamental de esta situación de debilidad en los precios de venta, con estancamiento y descensos,  hay que buscarla en los resultados de la larga crisis que padecemos, con una gran incertidumbre laboral, un descenso de salarios que en los casos de nuevos contratos puede llegar hasta el 50%  en los mismos empleos y un ajuste general en los sueldos de contratos antiguos que se sitúa cercano al 20%. Está claro que la situación laboral actual es más favorable para los empresarios que pueden contratar y ser más competitivos basados en salarios bajos y no en otras mejoras estructurales. Pero como contrapartida tenemos un país que ya no puede comprar vivienda con la alegría de los años anteriores a la crisis, eso cuando puede plantearse comprarla.

En los próximos años el incremento de precios en la vivienda se va a mover paralelo al crecimiento del PIB anual, que se situará alrededor del 2%. Está claro que existirán zonas en las que el incremento de precios será mayor, pero serán las que hemos comentado anteriormente. Y también pueden existir otras zonas en que los descensos de precios continuarán por un tiempo, por un exceso de oferta y una mala situación laboral en su entorno. Es el mercado a dos o tres velocidades al que nos tendremos que ir acostumbrando.

Es cierto que en los últimos meses aparecen elevados índices de visados para nuevas viviendas, de alrededor del 18% sobre el año anterior, lo que podría mostrar el afianzamiento de un nuevo ciclo expansivo. Pero hay que tener en cuenta que cuando procedes de dónde nos había dejado esta larga situación de penuria, cualquier incremento parece llamativo y esta aclaración puede cuestionar la llegada de nuevos buenos tiempos en un futuro cercano. Esta hipótesis, menos optimista, llega avalada por las opiniones de empresarios de la construcción residencial que no ven una verdadera recuperación crediticia para promotores y constructores, observando además una debilidad importante en la demanda familiar. Debilidad causada por los bajos salarios, la inseguridad laboral y la movilidad en el empleo.

Ante esta situación de demanda creciente, sin aspavientos y con incrementos de precios débiles o estancados, el sector debe olvidar las reglas de antes de la crisis y ajustarse a la nueva realidad. Y la receta es la de siempre, la que ya se está haciendo, controlar costes, comisiones, gastos, colocar los sueldos en la realidad y mirar el futuro sin acordarse de los días de oro en los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria. Internet, las nuevas tecnologías, las redes sociales, el concepto  low coast y la precaución, pueden ayudar a promotores, constructores, agencias inmobiliarias, franquiciados y franquiciadores a crecer y obtener beneficios en un sector al que le queda mucho tiempo, si es que alguna vez lo consigue, para volver a ser el que fue.


Eduardo Lizarraga

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