Nos
vamos de vacaciones y seguimos el año como lo empezamos. Con recortes de todo
tipo, siempre a beneficio y perjuicio de los mismos. Con nuevas mentiras y similares desaguisados,
a los de comienzos del gobierno de Raxoy. El PP no ha desmontado el pequeño
estado de bienestar del que disfrutábamos los españoles, lo ha arrasado. Y todo
ello sin tacto y con una desfachatez, que en algunos momentos está rayando en
el escarnio a la ciudadanía, como es el caso de la señora –por decir algo-
diputada por Castellón, Andrea Fabra, que ha aplaudido con un sonoro “Que se
jodan” el momento en que se aprobaban los nuevos recortes en la Cámara baja. ¿Es que los sufrimientos que los nuevos
recortes suponen para los españoles son una venganza del PP por los años que no
ha estado gobernando? No nos merecemos lo que está sucediendo, ni los gobernantes
que tenemos tampoco.
Y es
que invocando “la herencia recibida” se permiten toda clase de disparates,
incidiendo siempre en los mismos. Porque desde que comenzó la saga de los “viernes
negros” no he visto en ningún momento que se esté tocando el bolsillo de los
que sustentan el partido gobernante. Ojo que no hablo de sus votantes, que
desconocedores ellos de lo que se les
venía encima, dieron con alegría y algazara su voto a Raxoy. Y bien que lo
están pagando; porque aunque muchos aún no reconozcan en público su disgusto
con el partido de sus amores, otros sí que han comenzado a hacerlo, y más que lo harán a
partir de septiembre.
Alguien dijo en su momento, que no había nada
más tonto que un obrero votando a la derecha, y es cierto, nada
más esclarecedor de ésta realidad que la deplorable situación de los sindicatos;
pero es que en nuestro país la conciencia de clase obrera, huérfana de una
militante intelectualidad de izquierdas, se ha ido diluyendo, desapareciendo
conforme aumentaba el estado del bienestar y se fortalecía una falsa clase
media. Una nueva clase media echada en brazos del consumo; dependiente de unos
sueldos que habían subido de forma constante en los últimos años y que ya se
creía derecha asentada cuando llega la crisis. Una clase media de nuevo cuño que,
con los modos propios del pequeño burgués,
vota por miedo a perder lo que tiene, creyendo vanamente en las palabras
de los que aseguran tener la solución, para no perder en la crisis.
Y el
Partido Popular no sólo está haciendo el mayor destrozo en ésta clase media de
amplio espectro, que es su votante de éstos últimos años, sino que la está
convirtiendo a velocidad de vértigo en clase obrera de nuevo. O peor aún, en una clase que no se reconoce
obrera, pero que carece de recursos, está endeudada y ya no sabe vivir como lo hicieron sus padres y
abuelos. Ya se han desengañado de su
voto los que de ellos apoyaron al PP, pero también se están comenzando a dar
cuenta de que lo peor está por llegar.
Y una
de las razones por las que la crisis está descarnando a funcionarios, parados,
autónomos y a muchos otros, integrantes de esta clase media carente de ideología, y que hasta hace unos
años vivía “el sueño español”, es que las medidas que se están realizando para
combatirla están descompensadas. Con un partido de oligarcas, terratenientes y banqueros en el Gobierno no se pueden
pretender ni impuestos a la riqueza, ni a la propiedad, ni a los que más
tienen. Escudados en un infundado temor a
penalizar el lujo y el dinero “para que no se escapen del país los ricos y sus capitales”,
el Gobierno mima a ese apenas medio millón de españoles que viven en el lujo y
estos viven con tranquilidad, contemplando la crisis desde la barrera, y
aprovechando la situación para hacer más dinero que nunca, a costa de los que
tienen que vender para sobrevivir.
Para que
la crisis no siga azotando a los mismos hay dos caminos a la vista: la
disolución del actual Gobierno y la convocatoria de una elecciones generales
que traerán, sin duda alguna, otra mayoría a las Cámaras, o bien un Gobierno de
concentración, con los partidos mayoritarios y los nacionalistas en el mismo.
La motivación está clara; se está gobernando con un programa que no existía y
la economía, a pesar de las promesas de “la banda del Mirlitón”, está peor que
nunca, como bien nos lo dicen los mercados todos los días.
Pero no
hay que engañarse ni un momento; ninguna
de estas dos posibilidades, a pesar de la situación, va a ser concedida graciosamente por Raxoy y
su banda . Son demasiados los cargos, las prebendas y los beneficios derivados
de su mayoría absoluta, para que renuncien a ellos, habiéndolos saboreado
apenas diez meses. Es la sociedad
española la que tendrá que conseguirlo. Y si bien hace unos años yo no esperaba
nada de este pueblo apesebrado y mortecino, la situación está cambiando y lo va
a hacer más en los próximos meses.
Las
nuevas medidas que el Gobierno ha aprobado y que se harán notar a partir de
septiembre, empobrecerán más y llevarán a la desesperación a los de siempre.
¿Alguien se está preguntando porque se silencia el espectacular aumento de la
tasa de suicidios? ¿Cuántos padres no van a poder hacer frente a los colegios
de sus hijos? ¿Cuántas personas viven de las pensiones de sus padres? ¿Cuánto
miden las colas de nuevos pobres en los comedores sociales? ¿Cuántos nuevos desahucios
al día?
La
presión social va a aumentar en la calle a partir de septiembre. Los escasos
ahorros de muchas familias se agotan, al igual que los subsidios del paro; de
las pensiones son ya demasiados los que comen; las medicinas cuestan más; las
empresas no sólo no contratan –como decían los de la Reforma Laboral- sino que
siguen despidiendo a sus trabajadores con una multiplicación por siete de los
EREs durante lo que llevamos de año; los
funcionarios ven reducidos sus sueldos y eliminada la paga de Navidad –unos no
comerán el turrón y otros no lo venderán-; los sueldos de los que mantienen sus
trabajos se derrumban; el consumo
continúa disminuyendo y el sector inmobiliario desplomándose…
La
manifestación convocada por los sindicatos para el próximo 15 de septiembre,
con el objeto de pedir un referéndum de confianza para el Gobierno, puede ser
el origen del otoño más caliente de las
últimas décadas. Nos vamos de vacaciones como decía al principio, pero a la
vuelta va a haber cambios.
Eduardo
Lizarraga
25 de julio de 2012
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