Los catastróficos resultados cosechados por los partidos
mayoritarios han puesto de manifiesto los profundos cambios políticos que se
están originando en la sociedad española. Por más que ambos partidos intenten
disimular, con caras de circunstancias, lo sucedido el pasado día 20 de diciembre, la
realidad es que el bipartidismo ha salido de España con la maleta hecha, como
muchos otros, y tal vez para no volver jamás.
Estamos ante un cambio de época y los viejos partidos tradicionales no
quieren darse cuenta e intentan seguir agarrados al poder y sus mañas. Aunque
el PP haya perdido cuatro millones de
votos sigue diciendo que ha ganado. Y el
PSOE de Pedro Sánchez, con su peor resultado histórico, se muestra ufano por
ser segunda fuerza política.
El juego político ya no es a dos, sino a cuatro y éste aumento de jugadores va a propiciar muchos
cambios en su desarrollo. El primero la reacción que van a tener tanto PP como
PSOE ante el fin de su hegemonía de turnos y lo que ello significa en cuanto a
pérdida de poder real, puestos de trabajo, poltronas varias y negocietes
diversos incluidos.
La apertura de las urnas ha dejado un panorama político complicado,
con varias opciones de gobierno de difícil manejo y que van a exigir mucha
capacidad de negociación y carisma a los participantes. Panorama, fruto sin lugar a dudas de cuatro
años de política desalmada, corta de miras, corrupta y avasalladora del Partido
Popular, que ha enconado las posiciones de los sectores más desfavorecidos por
la crisis. Para qué hablar de la situación en Cataluña, producto de la
legendaria capacidad de diálogo y empatía de Mariano Rajoy y sus acólitos, a
los que siempre les ha parecido un acertado recurso la búsqueda de votos en el
resto del estado, a costa de Cataluña y País Vasco.
Tampoco el PSOE lo ha hecho mucho mejor y por eso ha bajado
20 escaños, lo que es clarificador estando en la oposición. La corrupción,
sobre todo la andaluza, y el sentimiento
de que es un partido al servicio de las oligarquías, con las que ha convivido y
favorecido muchos años, le han perjudicado de cara a un electorado que está
harto de la clase política y sus desmanes. Tal vez, si el pueblo se hubiera
sentido más apoyado en sus reivindicaciones y manifestaciones, la situación
hubiera sido diferente. Y es que al parecer la oposición parlamentaria y “educada”
del PSOE ya no convence a nadie.
Es alrededor de estos dos partidos, o entre ellos, de donde tendrá que salir el futuro
Gobierno. Todas las opciones son
difíciles y van a necesitar de mucha capacidad de negociación y cintura, de
hacer política en suma.
Es el PP el primero que tiene la responsabilidad de formar
Gobierno por haber sido el partido que más escaños ha sacado. Pero también es
de todas las opciones la que puede entrañar más dificultades. Y es que las
cuentas no salen. Hasta con Ciudadanos, que era la opción pensada de antemano,
quedan lejos de la mayoría absoluta que el PP necesitaría para gobernar. Y fuera del partido naranja las posibilidades
de apoyos son muy escasas o nulas. La política llevada adelante por Mariano
Rajoy y su muchachada durante estos cuatro años le ha dejado solo en el
escenario. Los partidos nacionalistas, aliados tradicionales de PP y PSOE para gobernar en situaciones de
minoría parlamentaria, están muy lejos de querer hacerse la foto con el PP. ¡Para qué hablar de los partidos de izquierdas!
La soledad de Rajoy es manifiesta, tanto
como su incapacidad para gobernar si no es en mayoría y aplicando el rodillo.
Pedro Sánchez ya le ha dicho que no, y creo que los Reyes Magos no le van a
traer una solución.
Después del PP es el PSOE el que mayor número de escaños ha
obtenido. Y puede optar también a formar un Gobierno a su alrededor. Tampoco
con Podemos obtendría la mayoría absoluta y necesitaría de apoyos
puntuales para poder gobernar y de esos
mismos apoyos o abstenciones para que
Pedro Sánchez fuera investido presidente en segunda ronda. Una legislatura
compleja, sobre todo con el problema catalán, que será aprovechado por Rajoy, a
pesar de haber sido su causante a pachas con Mas, para minar la posición del
PSOE y sus apoyos. Le puede resultar más
sencillo a Sánchez alzarse con la presidencia que a Rajoy, pero la legislatura
se le puede hacer muy complicada y de profundo desgaste. Los frentes a su derecha, a su izquierda y la
cuestión nacionalista, lo pueden hacer casi imposible.
En clave de astucia, el PSOE podría abstenerse en la segunda
opción de Rajoy ,para que este fuera investido presidente y ejercer una
política de desgaste en la que el PP no pudiera hacer ninguna de sus políticas
habituales durante cuatro años. La primera duda es si el país se lo puede
permitir y si los votantes socialistas le perdonarían que se permitiera a Rajoy
ser de nuevo presidente. A lo que parece los “barones” socialistas, que ya han
salido en tromba a defender sus predios, quieren seguir manteniendo su habitual
política de ser de izquierdas con la boquilla y actuar como si fueran de
derechas y así, ya le están diciendo que
no quieren un Gobierno apoyado por Podemos. Y no les importa gran cosa ignorar
cinco millones de votos.
Existe otra posibilidad,de la que se ha hablado desde la
precampaña y que próceres socialistas, bastante desprestigiados por cierto,
como Felipe González, apoyan sin despeinarse. Con la excusa del “más alto interés
del país”, pero no mencionando que es también lo que les interesa a ellos para
no perder sus prebendas, el PP y el PSOE harían un pacto de Gobierno para “seguir
pilotando la salida de la crisis” y el mantenimiento del bipartidismo, de paso. Esta opción ya está siendo apoyada por todos
los directivos del IBEX, la Iglesia y otros poderes ocultos o a la luz. Está
claro que el coste para el PSOE iba a ser brutal, cercano al suicidio político,
y que la medida beneficiaría al PP, que
ya ha dejado aprobados sus presupuestos y en marcha cambios legislativos
importantes en Sanidad, Justicia, Trabajo, Educación, Medio Ambiente, Orden
Público…
Para finalizar las opciones existe la posibilidad de “volver
a la casilla de salida”, es decir, convocar de nuevo elecciones pasados los dos
meses sin que ninguno de los candidatos hubiera podido formar gobierno.
Es sin lugar a dudas una posibilidad que puede resultar cara
en votos a casi todos los partidos. Pero a algunos más que otros. Para el PP es
una buena opción porque de la actual no va a sacar nada más que dolores de
cabeza. El bienestar del país y sus intereses le importan un ardite, como ya ha
demostrado convocando las elecciones en diciembre y dejando el 2016 perdido sin
remedio. Es el partido de esos patriotas de banderita en la muñeca o lacito en
facebook, de boca llena contra catalanes
y vascos, de apropiación de los caudales públicos y de buenos dineros en Suiza.
Una nueva convocatoria de elecciones, porque no ha tenido los suficientes apoyos
para poder gobernar, le devolvería muchos de los votos que se han ido con
Ciudadanos y eso le interesa. Además,
con los presupuestos aprobados, pueden
estar esperando tranquilos a que los otros partidos y el país se desangren…saldrán
ganando. Y tal vez el bipartidismo también.
No está el PSOE en la misma tesitura, ni mucho menos, porque
si no hay un gobierno de izquierdas, tras unas votaciones en las que las
izquierdas se han llevado la mayoría de los votos, va a ser el claro culpable de
no haberlo conseguido, por ser la segunda
fuerza política más votada. Y eso no se lo puede permitir porque en una segunda
vuelta la sangría aún será mayor. Y los remilgos a la hora de mirar con quien
juntarse están siendo poco entendidos por esa
mayoría que ha votado y quiere un gobierno de izquierdas. Ya gobierna
por pactos con Podemos en la Comunidad Valenciana, Baleares, Extremadura y en Castilla la Mancha y nadie se
ha roto las vestiduras, sino que sus respectivos barones están muy contentos
habiendo echado al PP y ocupado sus
puestos. Susana Díaz, en Andalucía, prefirió a Ciudadanos, para poder seguir con
sus manejos y proteger su estructura clientelar de miradas menos cómplices.
Ciudadanos va ser la más clara víctima del voto útil en unas
hipotéticas nuevas lecciones. Y es que los votos que ha arrancado a PP y PSOE por diversas causas, volverían a sus antiguos destinos.
Los naranjitos tienen muy complicado poder ser algo con los votos obtenidos y
sus apoyos, por un lado a Susana Díez en Andalucía, para seguir haciendo la
política del PSOE que ha llevado a esa comunidad autónoma a la ruina económica
y por otro a Cristina Cifuentes en Madrid, que están sirviendo para entorpecer la política progresista de Manuela
Carmena al frente del ayuntamiento y no destapar los casos de corrupción del
PP, le van a pasar factura abultada.
En cuanto a Podemos e IU una segunda vuelta electoral les daría
una nueva oportunidad de poder llegar a un acuerdo necesario, sobre todo cuando
se contempla un millón de votos en IU que le han propiciado dos escaños. La
maniobra se saldaría con 10 u 11 escaños más para esa posible coalición, lo que
podría cambiar la correlación de fuerzas resultante, sobre todo si tenemos en
cuenta que en éste caso el voto útil de la izquierda podría ir a parar a
Podemos, que ante el electorado, está haciendo lo posible por favorecer un
gobierno de izquierdas contra los intereses del PSOE, que quiere seguir manteniendo el “statu quo”.
La realidad salida de las elecciones, que deja un país de
difícil gobierno, ha sido mayoritariamente de izquierdas. Y gobernar desde la
izquierda es la tarea a la que tendrán que enfrentarse PSOE, Podemos, IU y
demás fuerzas progresistas. Es la hora de blindar en la Constitución los
derechos sociales, derogar la reforma laboral y el resto de reformas injustas
que ha realizado el Partido Popular, acabar con los recortes y el sistema de
puertas giratorias para los políticos, que tan caras nos salen, hacer una
sociedad en la que todos tengamos los mismos derechos y obligaciones, incluida
la Iglesia. Y por supuesto, y con la
máxima prioridad, cambiar una Ley Electoral a todas luces injusta y que ya no
tiene razón de ser. Es la hora de plasmar lo que ha votado el país de forma
mayoritaria, la hora de la izquierda. Y la sociedad, que ha ejercido su derecho,
no va a perdonar a los políticos que por su estrechez de miras e interés de
partido o bolsillo, nos hagan volver a la casilla de salida.
Eduardo Lizarraga/Periodista
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