Apenas quedan ya tres semanas para nuestra próxima cita con las elecciones autonómicas y municipales y la letra y la música de todos los partidos es la misma de siempre. “Ladrón” dice uno, “y tú más” le contesta el otro “Corrupto” le vuelve a acusar, “y tú más”, le vuelve a responder. Pero, ¿hay alguno que prometa acabar con la corrupción en su programa electoral?, ¿hay alguno que se comprometa a impulsar leyes para que los políticos corruptos devuelvan el dinero, no qué se han llevado, sino el que han costado al erario público? Y no solo eso, ¿hay algún partido que no lleve en sus listas electorales a políticos encausados en alguna trama de corrupción? Ninguno. Y en este sentido tengo que valorar la sabiduría innata de Esperanza Aguirre que con valentía –electoralista sin duda, pero valentía al fin-, ha declarado que en las listas de la Comunidad de Madrid no va, ni irá ningún político encausado en alguna trama de corrupción. No es Esperanza personaje político de mi devoción, pero debo admirar el valor allá donde lo encuentro, y si lo esgrime un político de nuestro tiempo aún me causa mayor admiración. El disgusto en Génova, que defiende a todos sus presuntos corruptos con el débil argumento de la presunción de inocencia, ha debido ser mayúsculo, tan sólo comparable con la patada en el trasero levantino de Camps y su tropa.
En todo caso, ¿cómo puede Cospedal , que es la esgrimista oficial de la presunción de inocencia, hablar de moralidad, de ética y de lo que harán cuando estén instalados en las poltronas del poder, ganando lo que gana? Siendo, como es, de 624 euros al mes el sueldo mínimo de un trabajador en España, ¿cómo puede dirigirse a estos trabajadores, con su sueldo anual de 240.000 euros, sin caérsele la cara de vergüenza? Es más, ¿cómo puede siquiera uno de esos 40 millones de españoles que ven su nivel de vida bajar de año en año, hacerles de corifeo a Rajoy, Cospedal y su cuadrilla? Y lo mismo me da hablar de Zapatero, Blanco, Rubalcaba y Chacón. Todos ellos son cómplices en el gigantesco fraude que la clase política está haciendo a la sociedad española. Y ante esta situación mi amiga Pilar, que disfruta de un gran sentido común y que siempre ha sido votante del PP, me dice que no va a votar. Y supongo que a muchos votantes del PSOE les sucederá lo mismo. Porque ¿quién no está harto de nuestra clase política?
Una clase política que año tras año aumenta sus privilegios a costa del erario público; que tienen la jubilación máxima a los siete años de cotización; que son los únicos trabajadores del Estado español que no tributan el IRPF; que se suben el sueldo por unanimidad al principio de cada legislatura; que frente a la congelación o bajada de sueldo que ha tenido la mayoría del resto de los trabajadores, ellos siguen impertérritos; que cobran dietas, disponen de coche oficial, aviones, hoteles…y por supuesto de la amplia posibilidad de seguir haciendo negocios privados o de cobrar más de un sueldo.
Y frente a ello, se eliminan las ayudas a casi 700.000 parados, desaparece el cheque bebé, las pensiones sufren desmedidos recortes, la jubilación sube a los 35 años de cotización y a 67 de edad, se prevén recortes en Sanidad… Todo esto supone el mayor tijeretazo al estado del bienestar y a los derechos sociales, adquiridos a lo largo de todo un siglo, que se ha conocido.
Por si esto fuera poco, perdonan y hacen la vista gorda a los diversos delitos monetarios cometidos por banqueros y empresarios; no existe ningún planteamiento para acabar con el generalizado fraude fiscal, que es más de diez puntos superior a la media europea; no se exige que la Banca devuelva el dinero con el que se les ha “socorrido” y que ha servido para que den dividendos a sus accionistas, premios a sus directivos y nada de crédito a las familias ni a las pequeñas empresas.
Mientras todo esto sucede, el paro real continúa aumentando de forma dramática; los jóvenes siguen en casa de sus padres, sin trabajo y sin esperanza de encontrarlo; los desahucios aumentan al ritmo que marcan los bancos; la clase media se empobrece día a día; los autónomos desaparecen; las pequeñas empresas se volatilizan… Y hoy, día 27 de abril, el país se paraliza por un partido de fútbol.
¿De quién es la culpa de que tengamos esta sociedad aborregada y con una mansedumbre que no tiene parangón en ningún momento de nuestra historia? ¿Cómo es posible que nadie salga a la calle a protestar? ¿Es que no vemos lo que está pasando en los países árabes? ¿Qué necesitamos para comprender que si no nos movemos por nuestros derechos otros se aprovecharán de nuestra laxitud?
Creo que la culpa la tenemos todos; los partidos políticos que se aprovechan de esta pasividad para lograr sus fines; los medios de comunicación que venden porquería barata y repugnante, atontando a la sociedad; los corruptos que saben que no se les perseguirá; los periodistas que hemos alquilado tantas veces nuestros servicios que ya no tenemos ninguna credibilidad; los idealistas que ya no salen de su casa y, sobre todo, el españolito de a pie, que esclavizado por las letras y la hipoteca, sin trabajo o a punto de perderlo, asqueado por el panorama político y de corrupción general que contempla todos los días, ha perdido toda esperanza e ilusión en la vida. ¿Cómo es posible que programas de Tele5 tengan la audiencia que tienen? ¿Cómo es posible que Esteban o Jorge Javier y toda su patulea, productores de una basura repugnante y zafia, se hayan convertido en iconos para una gran parte de la sociedad española? ¿Tan enfermos estamos como para eso?
Mi amiga Pilar, y todas las otras buenas personas de este país, tienen que encontrar un referente para volver a creer en el futuro y participar de nuevo en la construcción de nuestro país, porque les necesitamos. Y si los partidos políticos actuales, los mayoritarios PSOE y PP, y los otros, son incapaces de ofrecernos un proyecto de país ilusionante, habrá que exigírselo o eliminarlos y buscar otros. No saldremos de donde nos hemos metido si no realizamos un gran esfuerzo colectivo para conseguirlo. Sin más, hace falta un cambio absoluto en nuestra sociedad y en nuestra manera de ver la vida.
No es una época de cambios, si no un cambio de época. Te doy la razón en ambos artículos. Pero, cómo exigir que los políticos cambien? Cómo eliminar a los que están en ambos bandos? Las listas son cerradas, es imposible elegir a las personas, que sería lo correcto. No tenemos más remedio que aceptar a quienes ellos ponen, compinches, cómplices y aliados.
ResponderEliminarEstamos hartos de tanta corrupción. Uno de los orígenes fue trasladar la potestad de la ordenación del suelo a las comunidades autónomas. En los ayuntamientos se crearon pequeños reinos de taifas, les dimos en la mano la materia prima para hacer negocios particulares, se enriquecieron con urbanizaciones hoy fantasmas muchas de ellas. Y acaso algún partido político ha decidido restablecer el orden en esta materia? No, se limitan a tirarse los trastos unos a otros, insultándose, comparando quien se ha llevado más. Algún valiente ha hablado de soluciones?
No voy a votar, NO. Para qué? A quién? Acaso hay algun partido con manos limpias? No lo haré mientras sigan estando toda esta pandilla de impresentables, de zafios, de sinvergüenzas.
Necesitamos un cambio, sí. Tan radical que es posible que no se quiera hacer porque temblarían estos pilares de la tierra.
De tanto repetir que hay corrupción en la política, se termina por creer que todos los politicos son corruptos. Eso no es así ni por asomo. ¿Quien le ha dicho a usted que los diputados y senadores no pagan IRPF? Esta claro que para algunos, los unicos que deberian ir al Congreso y al Senado, son los profesionales y los que no son trabajadores por cuenta ajena, porque esos si saben gestionar bien sus empresas, tambien sabran hacerlo con el Estado. En fin, retrocedamos a los años 60 para que todo siga como entonces y ni usted ni yo podamos opinar de nada.
ResponderEliminarYo me quedo con la Libertad de expresión y con la democracia actual con todos sus defectos. Tenemos leyes para erradicar a los corruptos y lo que hay que hacer es aplicarlas.